40 años
En mi mensaje de la semana pasada, en el que compartí algunas experiencias recientes en las que mis hijos y yo pudimos sentir muy palpable la presencia de mi esposa, comenté que, con relación a mi festejo de los 40 años de la generación de contadores también había tenido una experiencia similar, pero que esa la compartiría después, y ese después es ahora.
Pero antes de entrar con ese tema, quiero hacer un paréntesis para agradecerle a la vida por ese maravilloso día de celebración. Realmente el organizador, nuestro compañero y amigo Daniel Homar Almazán Muñoz, con el siempre fiel apoyo de su esposa Lorena Torres González, superó las expectativas y nos hizo vivir un día espectacular.
Crónica del día
Comenzamos con un evento en el auditorio de nuestra querida Facultad de Comercio, contando con la presencia del actual director de la facultad. Se compartieron palabras por parte de algunos de nosotros y se nos entregó un bello reconocimiento que incluía estas palabras: “La vida nos reunió en un grupo de estudiantes y nos hizo compañeros universitarios por un tiempo, gracias por decidir también ser amigos”. Siguió después sesión de fotos, desayuno en la cafetería de la escuela y paseo en el camión escolar, reviviendo viejos tiempos.
Por la tarde se realizó una misa de acción de gracias para de ahí trasladarnos al casino victorense. Primeramente, una divertida sesión de foto-baile con la cámara 360, una chimistreta que giraba mientras, en una plataforma, intentábamos bailar sin perder el equilibrio. Posteriormente la cena – deliciosa – el karaoke, el baile y terminando con el mariachi.
Y todo eso fue el marco perfecto para que los lazos de cariño y amistad se renovaran. Como lo expresé en mi mensaje de ese día por la mañana, fue un día de 3 R’s: un día de RECORDAR nuestras hermosas experiencias como estudiantes, de REVIVIR (volver a vivir) la alegría de nuestra juventud y de REGOCIJARNOS al vislumbrar lo que los años aún nos deparan, así que, lo mejor que le puedo desear a cada grupo de universitarios que existe, es que en todos ellos siempre haya un Homar y una Lorena que los invite a congregarse y a mantener vigente la unidad y la amistad.
Apoyo incondicional
Y volviendo al punto inicial, cuando se lanzó la convocatoria para esta reunión, a principios de año, fui de los primeros que me anoté para participar. Pero algunos días antes de que se llegara la fecha, de repente me entró el desánimo. Siempre, a estas reuniones (que se organizan cada 5 años) había ido con mi esposa y sentí que no me iba a sentir a gusto sin ella, que me iba a ganar la nostalgia.
Una noche, que me debatía entre ir o no ir, volteé a ver una foto que tengo de ella en la sala y le dije “¿cómo ves, mi amor? Se me hace que no voy, no?” Como no sentí que me confirmara mi decisión le dije “bueno, si crees que debo de ir, mándame una señal”.
Al día siguiente estaba desayunando y me llega un mensaje de Homar, preguntándome si podría compartir unas palabras en el evento de la mañana. Nunca se me había pedido este tipo de participación. Volteé a ver la foto de mi esposa y le dije “está bien, gracias, sí voy”. Y cómo le agradezco que me haya dado ese empujoncito porque, como ya mencioné, el evento estuvo maravilloso y me divertí como enano.
Y todavía, como queriendo asegurarse de que no me fuera a sentir culpable por haberla pasado bien sin que ella estuviera presente (físicamente), a la mañana siguiente me mandó estas palabras a través de una escritora que hablaba de lo que había aprendido sobre la pérdida de un ser querido y que fue lo primero que me apareció al abrir una red social.
“Aprendí que la mejor forma de honrar la memoria de nuestro ser querido es a través de vivir plenos, contentos, disfrutando de la vida. Yo me imagino que desde arriba o desde donde están nos ven y les da orgullo ver que estamos llevando un duelo con dignidad, con una salida bonita, que estamos disfrutando de este plano que es irrepetible.”
Y más tarde, ese mismo día, en mis recuerdos de Facebook me apareció una foto de los dos el día de nuestra graduación y casi me pareció escucharla decir: “Sigo contigo, igual que desde hace más de 40 años”.
Así que solo me resta decir: Gracias, mi amor, por seguir siendo mi apoyo incondicional, como siempre lo fuiste en vida. Yo también te sigo amando.