Arrancan las campañas: días de espontaneidad organizada
El pasado viernes 1 de marzo comenzaron las campañas presidenciales. Lo hicieron sin demasiado brillo. Quizá porque las candidaturas ya estaban resueltas y los aspirantes andaban de gira y dando declaraciones desde hace meses y por eso, más allá de la "oficialidad" que adquirieron sus acciones, apenas se siente alguna diferencia.
Este lío entre "precampaña" y la campaña propiamente dicha puede sonar a sinsentido, pero no es de extrañar en el país que inventó la "precopa", es decir, que le dio un nombre específico al acto de reunirse a beber antes de trasladarse a beber más en otro lugar. ¿De dónde sale lo "pre", si ya andan todos trago en mano y a unos hasta les arrastra la lengua? De nuestro sentido del decoro: no hay que quitarle los reflectores a lo principal. La copa estelar es una cosa. Las doce que se baja uno antes son nomás "precopas". Pues ocurre igual con las campañas. Los pasados seis meses de giras, actos y declaraciones fueron puro aperitivo. Ahora vienen los mesecitos de barra libre.
El elenco principal de esta contienda está conformado por los tres que van tras el premio mayor. Ellos son Claudia Sheinbaum, con la bendición del oficialismo; Xóchitl Gálvez, la retadora de la coalición de partidos opositores; y Jorge Álvarez Máynez, quien está ahí nomás porque a Samuel García no lo dejaron, y que tendrá suerte si consigue que alguien se aprenda su nombre antes del próximo 6 de junio, que es el día de las votaciones. Una buena parte del país no tenía idea de quién era cuando lo designaron y todo hace pensar que sigue en las mismas.
Las encuestas afirman que Claudia Sheinbaum parte con una ventaja notable. La ex jefa de Gobierno sin duda se sintió arropada, en su acto de arranque, por un Zócalo copado de seguidores con playeras, gorras y pancartas a juego, y llegados a bordo de autobuses especiales que, al estacionarse por todos lados, convirtieron en una hazaña el cruce del centro histórico para los peatones y automovilistas que nomás iban de paso. Los mexicanos somos expertos en eso, que podríamos denominar como "espontaneidad organizada", y que alcanzó un primer esplendor en tiempos del PRI.
Las redes sociales se cebaron en un lapsus de la candidata Sheinbaum, quien patinó en su discurso y dijo que había que votar para "seguir con la corrup... la transformación...". El oficialismo respondió mofándose de la primera acción notable de Xóchitl Gálvez, que fue firmar con su sangre (y ante notario público) la promesa de no reducir ni eliminar los programas sociales si llega a la presidencia. La candidata opositora se puso épica y declaró que prometía "por la vida de mis hijos y el recuerdo de mis antepasados".
Gálvez, por cierto, también tuvo su dosis de espontaneidad organizada en un acto del Parque Bicentenario, en Ciudad de México, en el cual se materializaron gorras, banderines y matracas con los logotipos de su alianza entre los asistentes. El amor de los mexicanos por la democracia es profundo, pero no impulsivo. La renta de los autobuses y la elaboración de los materiales promocionales se hicieron con la necesaria previsión. Y el "acarreo" se negó, por supuesto. Faltaba más.
Entretanto, Álvarez Máynez (es recomendable googlear el nombre cada vez para asegurarse de que no esté uno confundiéndolo con alguien más) ha dedicado estos primeros días a criticar a las aspirantes punteras, estrategia que revela que incluso él está más pendiente de lo que digan sus rivales que de hacer proselitismo.
¿Será todo un cara a cara entre Claudia y Xóchitl o podrá crecer en la campaña el candidato de Movimiento Ciudadano? Google: Voy a Tener Suerte. Clic.