Claudia, Xóchitl, Samuel: todo es posible
El inicio de las precampañas y la batalla mediática de las encuestas han ampliado el abanico de enfoques e interpretaciones acerca de los resultados de junio próximo. Hay mediciones tan dispares que es difícil una lectura confiable sobre el comportamiento real de los electores en 2024.
Claudia y Morena se asumen de plano como triunfadores de la elección; pregonan con soberbia una victoria aplastante y control absoluto del país a partir del año próximo.
Un análisis más cuidadoso permite otras proyecciones importantes. Diversos analistas coinciden en que el voto de Morena no es tan duro como dice el oficialismo y sus negativos crecen a lomos de las tragedias, de la creciente inseguridad, del déficit de las finanzas y de la salud pública, todas ellas imposibles de maquillar.
La tan cacareada aprobación presidencial de 56% no es real ni representa la intención de voto; ésta anda en 42% y sólo 21% proviene del voto incondicional; el otro 21 estaría formado por los desencantados con el gobierno que se niegan a votar por los también gastados partidos de oposición.
Aunado a ello, 35% del electorado está abiertamente en contra de AMLO y esa proporción no va a bajar, con lo cual el 23% de los indecisos podría inclinar la balanza y terminar definiendo los resultados. No es descabellado un escenario donde con más de la mitad de indecisos, la oposición alcance 50% de los votos.
Para Claudia la mala noticia es que ella no es AMLO ni tiene su arrastre, por más que intente semejarse a él y convencer que son lo mismo. Su 42% de intención de voto suena muy atractivo, pero es muy probable que sea su tope.
Mientras tanto Xóchitl, que anduvo un tiempo desaparecida, comienza a conectar mejor con la gente. Su reciente viaje por Acapulco reafirmó su liderazgo. Podría tejer una red poderosa de alianzas con las minorías y construir así una mayoría apoyada por los muchos damnificados de este gobierno, los pacientes con cáncer, las madres buscadoras, las víctimas de violencia y los afectados de los desastres naturales. Una alianza con ellos le permitiría superar las trampas de los sellos partidistas, lejos de la trivialidad de las cámaras y dejando al periodismo hacer su trabajo.
William Clinton hizo en 1992 una campaña silenciosa, lejos de los medios y de los grandes centros urbanos como Nueva York y Los Ángeles. Desde ciudades pequeñas comenzó a poner atención a las minorías, las fue juntando hasta lograr un entramado que le dio el triunfo mayoritario.
La escena mexicana parece favorecer el esquema. Los damnificados del régimen por el abandono o la suspensión de programas para atender necesidades de segmentos específicos de la población ha creado una enorme inconformidad entre los nuevos abandonados y olvidados del régimen que están ávidos de ser tomados en cuenta. No será Claudia quien los arrope ni los convenza, primero porque ya no le creen y segundo porque se ha encargado de decir que ella es igual al que se va.
Cuando Xóchitl toma estas voces para darles visibilidad, sus números crecen, pero caen nuevamente cuando vuelve a aparecer con los políticos tradicionales. Es a Xóchitl a quien se le exige más por ser hoy la cara visible de la oposición.
Por su parte, Samuel es una gran incógnita, colocado actualmente entre la empatía juvenil y el "beso del diablo", parece tener muy claro que es casi imposible arrancarle votos a Morena y por lo mismo no intenta simular humildad o empatía hacia los pobres. Aparece en un Tesla como símbolo de su mayor éxito, sabedor de que quien busca la inversión extranjera es atractivo a los aspiracionistas, que piden suelo parejo y oportunidades a base de esfuerzo y trabajo duro.
Aunque se empeñen en negarlo, Morena está en peligro de perder, su crecimiento está topado y su voto duro cada vez menos afianzado en electores decididos. Son sus contrincantes quienes tienen la posibilidad de crecer, claro, si saben aprovechar las oportunidades y se ponen a trabajar en ellas. Todo es posible. (Notario, exprocurador General de la República).