Clonacepan: Juventud amenazada de muerte
Mal de muchos, consuelos de tontos
No hay situación más triste para un padre que ver como su hijo se ha consumido en el mundo de la mediocridad, un ser nacido para perder, bueno para nada, fracasado, hundido en depresión, con serios problemas mentales y emocionales, atrapado en un mar de conmiseraciones, refugiado en su soledad y justificándose de la mala suerte que le ha tocado vivir, la mala suerte de un drogadicto que todo le sale mal, sin dinero, ni trabajo, ni familia, viviendo una vida miserable donde es repudiado, odiado, rechazado, severamente dañado de sus facultades mentales con trastornos agudos y secuestrado por sus delirios, marchitado, sin vida, amargado, arruinado es propiamente la abeja negra, la maldición de la familia, quien mantuvo oídos sordos, cuando se le dijo.- Las drogas destruyen,. No hay quien les gane, es pues, parte de las estadísticas de los mediocres fracasados, drogadictos muertos en vida, atrapados sin salida, que forman parte de las estadísticas de este país de alcohólicos y drogadictos.
¿El adicto, nace o se hace?
La enfermedad emocional del alcoholismo y la drogadicción, es una enfermedad cruel, incurable, contagiosa, burlona, progresiva, mortal, es una enfermedad genética que se trasmite de abuelos a padres, de padres a hijos y de hijos hijos, los niños con estos antecedentes genéticos y neuróticos, nacen con la predisposición de desarrollar la compulsión, la enfermedad se afianza en los hogares disfuncionales, el niño, nace y crece frágil emocionalmente, le dañan las heridas profundas del alma que adquiere como es el abandono, el rechazo, las injusticias y las traiciones, se relaciona con niños, igualmente nacidos bajo las mismas cualidades, crece con un cumulo de defectos de carácter, comandados por la soberbia, la negación y en si, la ansiedad, el niño, entre a ese laberinto infernal despertando considerablemente sus niveles de ansiedad, iniciando con la nicotina, la cerveza, los inhalantes y la marihuana, de ahí brinca a los clonascepanes y de los fármacos, al cristal, del cristal al fentanillo y finalmente a la muerte a un hospital psiquiátrico, se convierte, muerto en vida, atrapado en un callejón sin salida, nunca debió alimentar sus niveles de ansiedad.