Dos estampas del México de Andrés Manuel López Obrador
Jueves por la tarde. Hombres armados matan al periodista Heber López en un estudio de grabación en Salina Cruz, Oaxaca. Dirigía el portal Noticias Web. Le dieron varios balazos, uno de ellos en la cabeza. Reportes indican que el hijo de López vio el asesinato de su padre. El muchacho tiene 12 años. De acuerdo con el testimonio de algunos de sus colegas, López había recibido amenazas desde hace meses por su trabajo para exhibir la corrupción, los abusos y la violencia en la zona del Istmo de Tehuantepec, que atraviesa, como tantos otros sitios, por una crisis de crimen e impunidad. Era un hombre valiente, que escribía con firmeza e indignación justificada, como puede constatarlo cualquiera que revise hoy mismo el sitio de noticias que dirigía. Esa valentía parece haberle costado la vida. En los minutos posteriores a la ejecución, un colega de López grabó un video desde la calle, apenas afuera del lugar donde había muerto su compañero. "Ahí en su mesa de trabajo, en su estudio, ahí quedó el compañero Heber", dice en el video. "Condenable la situación, igualmente el atentado que le arrebató la vida al compañero, quien últimamente se ha destacado por señalar sin temor, y aun sabiendo que... aquí es donde uno se pregunta si una nota, dejar al descubierto a las autoridades corruptas, vale la vida".
Heber López es el quinto periodista asesinado en México en el 2022. Hay varios episodios de violencia que cerca estuvieron de terminar en tragedias similares, como el atentado fallido contra Nezahualcóyotl Cordero, en Cancún. Ya lo habían amenazado antes. Lo habían seguido vehículos. Esa tarde amenazaron a su familia. Encañonaron a su esposa. "Vengo por ti, periodista. Y te voy a matar como a un perro", le dijo uno de los dos agresores antes de jalar el gatillo. De manera providencial, la pistola encasquilló. Cordero salvó la vida de milagro.
En 2022 han sido asesinados cinco periodistas en México. En todo el 2021 fueron siete. A este ritmo atroz, el gremio periodístico podría vivir un año inédito de luto y sangre. En muchos sentidos, ya lo vive.
Viernes por la mañana
En su conferencia de prensa matutina, el presidente de México arremete públicamente contra Carlos Loret, periodista. No es, ni de lejos, la primera vez. Antes le ha llamado "mercenario" y una larga lista de insultos. Loret tampoco es el único: al presidente le sobran adjetivos para descalificar a los periodistas que se atreven a publicar investigaciones críticas en su contra. Pero lo del viernes fue distinto. El presidente de México cruzó el Rubicón. En pantalla presenta los supuestos ingresos de Loret y los compara con los suyos. Al hacerlo, expone al periodista por partida doble. Primero, a la delincuencia. Después, a los fanáticos que, ante la indignación de López Obrador, pueden interpretar la confrontación desde el poder con el periodista como un llamado a la defensa del "supremo", del "amado líder". Pero, sobre todo, el presidente viola la ley. Además de contra la libertad de expresión al amedrentar al periodista en público, López Obrador comete un acto ilegal desde el escenario de mayor difusión de su gobierno, para golpear a un periodista. Lo hace menos de 24 horas después de la muerte de Heber López de un tiro en la cabeza, frente a su hijo menor de edad. Como nunca en el gobierno lopezobradorista, el rechazo fue inmediato y abrumador. Voces de toda índole advirtieron la ilegalidad y el abuso de poder. Salvo muy contadas (y predecibles) excepciones, el gremio periodístico dijo "basta". Por la noche, decenas de miles de personas se reunieron en un espacio auditivo de Twitter para respaldar a Loret, pero sobre todo para escuchar y ser escuchadas sobre una preocupación en común: la deriva autoritaria de México.
Mientras tanto, en Salina Cruz, sepultaban a Heber López.