El Grito de Claudia es la voz del pueblo

El pasado 15 de septiembre, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo se convirtió en la primera presidenta de México en dar el Grito de Independencia. Ese momento no fue un simple acto protocolario: fue una ruptura con siglos de historia escrita sólo con voces masculinas. Fue el anuncio de que el poder ya no suena igual, porque hoy también tiene voz de mujer.
Durante más de doscientos años se nos intentó convencer de que el liderazgo debía tener rostro y voz de hombre. Ese mito se derrumbó en segundos, cuando desde el balcón central de Palacio Nacional la voz de una mujer proclamó libertad e independencia. Ese grito fue la prueba de que las mujeres ya no estamos en la sombra. Hoy somos protagonistas. Y eso, que nadie lo dude, incomoda a muchos.
Y no hablo sólo de la oposición, que lleva años intentando desacreditar cada paso que damos. También hablo de quienes, disfrazan de lealtad lo que en realidad es obstáculo. De quienes dicen apoyar, pero en los hechos se dedican a poner piedras en el camino, a frenar, a minimizar, a impedir que la primera presidenta brille con la fuerza que este país merece. A esos personajes les digo: la historia no espera, y no hay lugar para la bajeza.
A Claudia Sheinbaum no la sostiene la complacencia de unos cuantos, la sostiene el respaldo legítimo de millones de mexicanas y mexicanos que votaron por ella con esperanza y convicción. Su fuerza no depende de pactos en lo oscuro ni de arreglos entre cúpulas, sino de un mandato popular claro e irreversible. Quienes hoy pretenden frenar su brillo con intrigas, celos o maniobras mezquinas, no entienden que están enfrentándose no solo a una mujer, sino a la voluntad de un pueblo entero que decidió abrirle paso a la historia.
Que lo escuchen bien, y que este mensaje resuene en cada rincón de nuestro país: ese tiempo se acabó. Las mujeres no pedimos permiso ni favores. Hemos conquistado nuestro lugar con lucha, con trabajo y con convicción. No somos cuota. No somos excepción. No somos adorno. Somos poder real, y nadie nos lo va a arrebatar.
Claudia Sheinbaum encarna esa transformación. Y aunque les incomode, aunque intenten ponerle el pie, aunque traten de oscurecer su liderazgo, la realidad es contundente: ella llegó para gobernar, y México no volverá a ser el mismo. Su voz, esa noche, no fue sólo la suya: fue la voz de millones de mujeres que durante siglos fueron silenciadas. Fue la siembra de una certeza en cada niña: que puede ser presidenta, diputada, gobernadora, alcaldesa... sin pedir permiso y sin esperar concesiones.
La oposición puede insultar, calumniar, ridiculizar. Algunos personajes pueden maniobrar en lo oscuro para frenar lo inevitable. Pero aquí estamos, las mujeres, firmes y claras: no nos doblamos, no retrocedemos y no aceptamos medias tintas.
La presencia de las mujeres en el poder no es un gesto simbólico: es justicia histórica. Una justicia conquistada con dolor y con sangre, con cárcel y con desprecio, con resistencia y con sueños. Esa justicia no tiene marcha atrás.
Y aquí estamos. Preparadas, inteligentes, valientes y fuertes. Aquí estamos para defender a nuestra presidenta, para acompañar su visión y para dejar claro que la política también nos pertenece, que nuestro lugar en la historia no es prestado ni temporal.
Que quede claro: no más acompañantes. Somos el poder. Y México nunca volverá a ser el mismo sin nosotras.
*Diputada Federal LXVI Legislatura