Columnas - Eric Valdez Gómez

El Movimiento y el reto de la unidad

  • Por: ERIC VALDEZ GÓMEZ
  • 19 FEBRERO 2025
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El Movimiento y el reto de la unidad

A lo largo de la historia de México, los grandes movimientos que han transformado el país han tenido algo en común: para llegar al poder han tenido que sumar a todos. La Independencia, la Reforma y la Revolución no fueron emprendidas sólo por un grupo homogéneo con ideas idénticas, sino que lograron consolidarse porque, en su momento, incorporaron a todo tipo de actores: afines, no afines, con buenas o malas intenciones, pero unidos bajo una misma causa.

El reto llegó después. Una vez consumado el objetivo y ya en el poder, las diferencias internas salieron a la luz, los intereses de grupo se hicieron más evidentes y las divisiones se convirtieron en el mayor riesgo para la consolidación de los movimientos. Así ocurrió con Hidalgo y Allende en la Independencia, con los liberales tras la Reforma de Juárez y con los líderes revolucionarios como Madero, Zapata y Villa, quienes fueron traicionados y eliminados por los mismos círculos que alguna vez los apoyaron.

Hoy, el Movimiento que gobierna México enfrenta un dilema similar. Por primera vez en la historia reciente, controla la Presidencia, el Congreso, la mayoría de las gubernaturas, congresos locales y miles de alcaldías. Su poder es prácticamente absoluto y, en teoría, no hay un obstáculo real para llevar a cabo cualquier transformación que se proponga.

Sin embargo, cuando un movimiento alcanza esta magnitud, su principal reto ya no es la lucha por el poder, sino la administración del mismo. Y en ese proceso, la construcción de unidad se vuelve un factor clave.

Cuando las tensiones internas crecen y los grupos dentro del Movimiento compiten entre sí por espacios y decisiones, el riesgo es que se pierda el enfoque en la causa superior que los llevó al poder en primer lugar. Si la lucha interna se convierte en el centro de la conversación, el verdadero desafío ya no es la transformación, sino evitar que las divisiones terminen por debilitarla.

Cuando un grupo político tiene un dominio total del escenario, su mayor reto no es solo gobernar bien, sino proyectar estabilidad y cohesión. La comunicación es clave. Si lo que se transmite es fragmentación, incertidumbre o falta de dirección, el mensaje que se envía no es de fortaleza, sino de desgaste.

En ese sentido, la consolidación del Movimiento no depende solo de las decisiones que se tomen, sino de la capacidad de comunicar con claridad el rumbo y el propósito común. Un liderazgo exitoso no solo administra el poder, también construye una narrativa que da certeza y sentido de unidad a quienes forman parte del proyecto.

Si la historia ha demostrado algo, es que ningún movimiento es indestructible. Quienes hoy comparten un espacio de poder tienen en sus manos la posibilidad de consolidar un proyecto de largo plazo o repetir los errores de quienes, una vez en el poder, se desmoronaron por sus divisiones internas.

El verdadero reto no está en las diferencias, sino en la capacidad de conciliarlas para construir un objetivo común. La política es construcción de acuerdos, diálogo y visión de futuro. Y si el Movimiento no logra encontrar unidad en sus propias filas, difícilmente podrá proyectarla hacia el país.

Porque en política, el éxito de un movimiento no depende solo de su fuerza, sino de su capacidad para mantenerse unido en torno a su propósito. Como dijo Benjamin Franklin: "Debemos, en verdad, permanecer todos juntos o, con toda seguridad, pereceremos todos separados."

El autor es consultor en Comunicación Política 

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