El rey ha muerto, viva el rey
“El rey ha muerto, viva el rey”, o “El rey ha muerto, larga vida al rey”, es un lema o grito que se emplea como expresión ritual en la sucesión de las monarquías, especialmente en el reino de Francia (Le roi est mort, vive le roi, usada desde 1422 -sucesión de Carlos VI de Francia por Carlos VII de Francia- y que debía pronunciar el duque de Uzès) y en la corona británica (The King is dead, long live the King, usada en lengua francesa desde 1272 -sucesión de Enrique III de Inglaterra por Eduardo I de Inglaterra- y que no forma parte de la “Proclamation of the accession” que debe hacerse por el Accession Council, sino que se pronuncia tradicionalmente ante el público reunido en cada ciudad y pueblo tras la noticia del fallecimiento de un rey); aunque también en otras monarquías, como la de Dinamarca (donde es el primer ministro quien la pronuncia desde el balcón del Palacio de Christiansborg, sede del Folketing-Parlamento).
Con esta frase se buscaba evitar la peligrosa situación política que se presenta en un interregno, además de servir como la última ocasión de vitorear al rey fallecido y la primera para hacerlo con el nuevo rey, con el significado político que ello conlleva: la expresión de la fidelidad de los súbditos al rey y (especialmente en el contexto de la sociedad feudal) la renovación automática de los lazos de vasallaje.
El significado más profundo de esta expresión es la continuidad de la institución monárquica más allá de las personas que la representan, teorizada de manera más profunda en conceptos como el denominado doble cuerpo del rey.
Como expresión coloquial, aplicable a cualquier otro contexto, se usa el refrán castellano: “A rey muerto, rey puesto”, similar a otros como “El muerto al hoyo y el vivo al bollo” y en América se utilizaba “Virrey que te vienes, virrey que te vas”.
Gracias al acceso a la información que nos ofrece el internet es que encontré este texto en Wikipedia, el cual me permite ilustrar de manera puntual esta columna, por lo que entraré en materia.
En México, las sucesiones presidenciales no han cambiado mucho el estilo en el que el supremo líder deja su encargo para darle paso al entrante, y este a su vez, pasados 6 años, entrega el poder a su sucesor, y así sucesivamente.
Desde hace mucho tiempo, los finales de sexenio se caracterizan porque los últimos 6 meses de gobierno, ya ganado el entrante, el que se va hace una “gira del adiós” que, sin ser llamada así oficialmente, sí se lleva a cabo. Inauguran todas las obras que están en proceso -aunque no estén terminadas-, se reúnen con gobernadores, líderes de sindicatos, de cámaras, asociaciones civiles, y un largo número de etcéteras, se despide de todos, hace discursos con la intención de que queden grabados en la memoria del mexicano, tal vez en un intento de mostrar que sus intenciones eran buenas a pesar del daño, o de tal o cual episodio de corrupción destapado y que se justifica con argumentos nacionalistas. Los gobernadores y presidentes municipales inauguraban una calle, avenida o rotonda con su nombre, los líderes de su partido hacían conversatorios, foros y encuentros en los que no solo se hablaba bien del casi expresidente, les rendían homenajes, hacían exposiciones fotográficas itinerantes en las que se destacaban las obras del excelente gobierno que hizo, mandaban imprimir fotografías enormes que ponían en paredes y muros con frases tales como “La grandeza de un líder es inolvidable” y cosas cursis por el estilo. Bueno, las lideresas territoriales hasta le lloraban y guardaban el pendón de cuando fue su campaña electoral. Era todo un homenaje en honor al líder que lamentablemente se tenía que ir. El rey ha muerto.
Todo eran lágrimas y sollozos… ¡ah! pero nada más llegaba el nuevo, el saliente se autoexiliaba, sus más cercanos colaboradores se ocultaban en otros países, por aquello del golpe de autoridad y no fuera a pasar que los encarcelaran como ejemplo, había cambios en el partido y en el discurso, los líderes de sindicatos compraban planas enteras en los periódicos de mayor circulación para felicitar al nuevo, lo mismo pasaba con las cámaras, asociaciones, colectivos y organismos “independientes”… ¡Viva el rey!... así es la política, no es cosa nueva, como en renglones arriba lo ilustraba, tiene muchos años esa costumbre.
Aquí la pregunta que flota en el aire es: ¿Claudia hará lo mismo al sepultarlo o lo tendrá como un consejero cercano? AMLO es un líder que, les guste o no, cambió los paradigmas, sacudió el tablero político y logró colocarse en la historia de México, y no solo por haber expulsado al régimen que lo antecedió por tantísimos años, estará ahí por haber hecho reformas con la opinión del pueblo, porque representó esperanza, porque fue el primer presidente que logró colocar a una mujer como su sucesora, porque ante los ojos incrédulos de miles, hizo alianzas con los países del sur y criticó al vecino del norte, por esas y muchas razones es que ocupará un lugar que será referente de muchos por los próximos años. Pero la realidad es que tanta luz que emana, puede “chamuscar” a Claudia, y por eso mi pregunta.
En cuestiones de popularidad, AMLO dejó la vara muy alta; en acciones de gobierno considero que Claudia podrá competir con facilidad para hacer una gran diferencia, pero será necesario que desde hoy fije una postura de cercanía o de distancia. Una que marque la ruta de un nuevo gobierno con la misma ideología o una de un nuevo gobierno tomando distancia del líder que es tremendamente respaldado por la popularidad de un pueblo que vio en él la esperanza de un cambio verdadero, ¿Usted qué opina?
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La gira conjunta entre el Presidente y la Presidenta electa es una señal de:
[ ] Cercanía, los dos la aprovechan.
[ ] Autoritarismo, “Yo la puse, no se les olvide”
[ ] “Vamos a revisar lo pendiente, no quiero sorpresas al entrar”.