El Show Debe Continuar
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El reciente choque diplomático entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump, tras la amenaza de imponer aranceles del 25% a productos mexicanos, no sólo fue un pulso económico o político: fue una batalla de narrativas donde cada palabra y cada tuit estaban diseñados para un público específico. Aunque México parecía ser el objetivo principal, el impacto real de estas medidas habría golpeado con más fuerza a los ciudadanos estadounidenses, algo que ni Trump podía ignorar.
Trump, experto en convertir la política en espectáculo, intentó proyectar una imagen de dureza. Pero detrás del telón, la realidad era más compleja: los aranceles no solo habrían encarecido productos en EE.UU., sino que habrían afectado directamente a su propio electorado, especialmente a los empresarios y consumidores que ya enfrentan presiones inflacionarias. Y si hay algo que Trump sabe, es que su poder depende tanto de la percepción de fuerza como de los efectos tangibles en la vida de sus votantes.
Claudia Sheinbaum, por su parte, enfrentaba otro desafío. Había sido criticada por su aparente falta de resultados en la relación con Estados Unidos. Sin embargo, en esta primera gran prueba internacional, su equipo no solo evitó la imposición inmediata de los aranceles, sino que logró algo aún más poderoso en términos de comunicación: controlar la narrativa. Su postura de defensa de la soberanía nacional, combinada con la capacidad de postergar la amenaza arancelaria y coordinar un mensaje conjunto con Trump —reflejado en los tuits casi idénticos de ambos líderes—, proyecta una imagen de liderazgo estratégico y eficaz.
Más allá de la negociación, lo relevante es el manejo del mensaje. En política, no basta con llegar a acuerdos; hay que contarlos de la forma correcta. Trump necesitaba vender la idea de que no cedió, mientras que Sheinbaum debía mostrar que México no negoció bajo presión. El resultado: un empate aparente que, en términos de percepción, se inclina a favor de México por una razón simple: la narrativa de la dignidad y la soberanía suele resonar más profundamente en la opinión pública.
Sin embargo, esta es solo la primera batalla. La "guerra" en términos de negociaciones bilaterales está lejos de terminar. Los compromisos adquiridos, especialmente en temas sensibles como el combate a la red de fentanilo y la coordinación comercial, serán la verdadera prueba. Aquí es donde la comunicación política juega un papel crucial: mantener la narrativa del éxito inicial sin que se convierta en un boomerang si los resultados no acompañan.
Como dijo Winston Churchill: "La política es casi tan emocionante como la guerra y casi tan peligrosa. En la guerra solo puedes ser matado una vez, pero en la política muchas veces." En este juego, cada decisión y cada mensaje son parte de una batalla continua donde el verdadero público objetivo no siempre está al otro lado de la frontera, sino en casa, observando quién defiende mejor sus intereses.
El autor es consultor en comunicación política.