¿Emprender para empobrecer?
El emprendimiento tiene muchos admiradores. Fundaciones y "gurús" promueven las bondades del emprendimiento productivo, como una de las mejores vías para acabar con la pobreza. La realidad en México es menos benévola.
Sin demérito al impulso empresarial indispensable para la economía, los datos muestran que el trabajo por cuenta propia o "autoempleo" y los micronegocios, constituyen trampas de pobreza. Y la mayoría de los emprendimientos, en la práctica son eso: autoempleo y micronegocios.
8 de cada 10 personas que trabajan por su cuenta carecen de ingreso suficiente para superar el umbral de pobreza (78%) y todas carecen de afiliación a la seguridad social (99.9%). Son 12.6 millones de personas, casi una cuarta parte de la población ocupada del país (23%). (Datos INEGI. ENOE 2022-I).
Estos son los datos más recientes. Son totalmente similares a los de hace un año, a los de antes de la pandemia, a los de hace 10 ó 17 años (desde que inició esta serie estadística). Son datos contundentes. Muestran una situación estructural: el autoempleo es una alternativa de sobrevivencia frente al desempleo, pero no permite salir de la pobreza.
Por otra parte, los micronegocios, es decir las unidades económicas que ocupan de una a diez personas, no están mejor. El Observatorio de Trabajo Digno de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza muestra que 7 de cada 10 personas que trabajan en micronegocios carecen de ingreso suficiente para superar el umbral de pobreza (73%) y más de 8 de cada 10 carecen de acceso a la seguridad social (84%). (Con datos de Inegi. ENOE 2021-IV).
En estos datos se combinan varias realidades. En el autoempleo se combinan oficios tradicionales con los más "modernos": boleros, voceadores, vendedores de lotería, taxistas. O la venta de comida (tamales, tacos, y todo tipo de garnachas elaboradas en el hogar) sobre todo por mujeres, o las ventas por catálogo. Y también los choferes o repartidores de empresas basadas en plataformas tecnológicas, que "innovan" para evitar la relación "obrero-patronal".
En los micronegocios, se ubican los comercios familiares que se multiplican por miles en por todo el país: abarrotes, tlapalerías, pollerías, mercerías, y todo tipo de comercios que no son parte de una cadena. Y también los pequeños talleres familiares, como las maquilas de ropa o los de reparación de autos, bicicletas o celulares.
También en los micronegocios están la mayoría de las modernas "start ups" de jóvenes con capital, talento y tecnología. Por su origen familiar muchos cuentan con capital social para acceder a financiamiento, mercados, clientes y abrirse muchas puertas.
Y ese es exactamente el reto. La solución no es descartar o descalificar el emprendimiento. Pero sí alertar sobre los grandes riesgos que implica, pues es una escala de negocios con grandes retos de productividad. Y porque muchas veces su "margen" está basado en la violación de derechos laborales básicos. Sobreviven, pagan bajísimos salarios y no pagan IMSS.
Sería deseable que quienes promueven los emprendimientos, asuman la propuesta de romper el vínculo entre salud y condición laboral, como dice la Fórmula México sin Pobreza: creando un sistema de protección social universal, no condicionado al trabajo, que no se financie con impuestos a la nómina (eso son las cuotas obrero-patronales).
Quitar esa carga podría hacer que muchos autoempleos y cientos de miles de micronegocios pudieran prosperar y cubrir el salario suficiente. Sería un cambio de fondo para acabar con la informalidad. Y por supuesto, sería una vía real frente a la pobreza. (Consultor internacional en programas sociales)
Twitter: @rghermosillo