En Cooperstown fue donde Doubleday no inventó nada
Coral Gables, Florida (VIP WIRE). El Hall de la Fama más respetado y más famoso del mundo, es el de Cooperstown.
No obstante, fue creado y se ha mantenido sólido, hace 88 años, sobre la mentira más absurda en la historia universal del deporte.
Una mentira creada por un industrial temeroso de que su negocio desapareciera, por la xenofobia de sus compatriotas estadounidenses.
EL MEJOR DEL SIGLO XIX.
Ese industrial había sido el más notable lanzador del siglo XIX, Albert Goodwill Spalding. En solo siete años, 1871-1877, con los equipos de Boston y Chicago, dejó record de 251-65, 2.13. En 1875, ganó 54 juegos (5 derrotas), con efectividad de 1.59; y el año anterior, 1874, tuvo final de 52-16, 1.92.
Era muy ambicioso y creativo, por lo que al comienzo de la campaña de 1877, decidió retirarse. Sus mejores honorarios habían sido tres mil 500 dólares por la temporada de 1875. Pensó que, si fabricaba bates y pelotas (no existían los guantes, se jugaba a mano limpia, como en el cricket), ganaría mejor dinero.
Y desde el comienzo fue un éxito la industria. Tanto, que por muchos años a toda pelota forrada con cuero se le llamaba "pelota de Spalding", por lo que existieron por años pelotas que llamábamos "Wilson de Spalding" y "Rawlings de Spalding".
TEMOR A LA XENOFOBIA
Cuando en 1899, el periodista Henry Chadwick, llamado "El Padre del Beisbol", publicó la verdad de que este juego había sido inventado sobre las bases de los deportes ingleses cricket y rounders, Spalding se atemorizó, creyendo que los estadounidenses, por xenofobia, iban a aborrecer el beisbol.
Y decidió colocarle un inventor muy estadounidense. Encontró al insigne y glorioso general, Abner Doubleday, héroe en más de una guerra, merecedor de tantos elogios, que hay varios monumentos erigidos en su honor.
Además, Doubleday había fallecido el 26 de enero de 1893, por lo que no podía defenderse ante tal mentira.
Spalding inventó que el general había inventado el beisbol en Cooperstown, durante el verano de 1839.
Spalding, tremendo lanzador y excelente hombre de negocios, era sin embargo, muy mal mentiroso. No investigó la vida de Doubleday, quien en 1839, a los 20 años de edad, estaba interno en la Academia Militar de West Point, donde nadie le daría permiso para ir a inventar nada.
Cooperstown, en el centro del Estado de Nueva York, con tres mil habitantes, sufrió mucho, primero, por la Ley Seca de enero en 1920, ya que era un área productora de lúpulo; y después, debido al desastre de la Bolsa de Nueva York a fines de 1929.
La mentira, pues, salvó a Cooperstown.
Gracias a la vida que me ha dado tanto, incluso un lector como tú.
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@juanvene5