En defensa del Compromiso por la paz: una oportunidad para la esperanza
Asumimos que a ningún actor religioso le corresponde dictar líneas de gobierno y nuestro respeto a la Constitución es irrestricto, pero entendemos que nos compete ser correa de transmisión de las voces de un pueblo adolorido
El 20 de junio de 2022, los jesuitas de México vivimos una situación inédita: los padres Javier y Joaquín, dos de nuestros hermanos, fueron asesinados en Cerocahui, Chihuahua. Junto con ellos, en los eventos perdieron la vida Paul Berelleza y Pedro Palma. Los cuerpos de nuestros hermanos fueron sustraídos. Los días siguientes, vivimos en carne propia lo que experimentan tantas familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos.
Desde que ocurrieron esos hechos, fieles a nuestro carisma, en la Compañía de Jesús empezamos a discernir lo que ese signo de los tiempos exigía de nosotros y de tantas personas laicas que, con generosidad, colaboran en nuestras obras pastorales, educativas y sociales.
Entendimos entonces que, ante un México lastimado por la violencia, lo que había acontecido nos hermanaba más con todas las familias y comunidades que han sufrido flagelos similares. Comprendimos, también, que esa condición nos obligaba a aportar constructivamente a la Nación, convocando al diálogo.
En el camino que emprendimos, nunca estuvimos solos: fuimos abrazados por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), y por la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México (CRIM) y también se sumaron personas de buena voluntad de todo el pueblo mexicano.
Así surgió el Diálogo Nacional por la Paz, que con la entrega del Compromiso por la Paz a todas las personas que aspiran a la presidencia de México llegó a un punto culminante, mas no final, hace unos días.
El Mtro. Jorge Álvarez Máynez, la Lic. Xóchitl Gálvez y la Dra. Claudia Sheinbaum -a quienes desde aquí agradezco nuevamente su confianza- acudieron a recibir ese documento, que con base en siete temas prioritarios formulados en 117 propuestas para ayudar a la persona que encabece el Ejecutivo el próximo sexenio y, sobre todo, para que en México haya paz con igualdad, justicia y respeto a los derechos humanos.
El diálogo fue cordial y respetuoso, en un clima donde prevalecieron las coincidencias. Que por primera vez en esta campaña presidencial las tres candidatas hayan concurrido a una misma convocatoria para conversar sobre un mismo tema a lo largo de una sola jornada da cuenta de la pertinencia del evento y confirma que, sin duda, este es el tema esencial de nuestro presente.
Ese es, considero, el aspecto esencial a destacar. Desde luego, los jesuitas sostenemos el diagnóstico elaborado en el documento porque es fruto de la escucha atenta a cientos de diálogos en el país y porque el clamor frente a la violencia es lo que escuchan mis hermanos jesuitas en la Tarahumara, en Frontera Comalapa, en Nogales, en Bachajón y tantos otros lugares donde prestamos servicio a los más necesitados, hoy inermes ante la violencia. Simultáneamente, comprendemos que nuestra visión debe enriquecerse dialogando con otras y con otros y, sobre todo, que la definición de las políticas públicas debe construirse democráticamente. Evidentemente, asumimos que a ningún actor religioso le corresponde dictar líneas de gobierno y nuestro respeto a la Constitución es-como debe ser- irrestricto; al mismo tiempo, entendemos que nos compete ser correa de transmisión de las voces de un pueblo adolorido y, sobre todo, formular propuestas en clave de esperanza.
zPrecisamente, fue la esperanza de que entre todos y todas podemos construir un México en paz el sentimiento que más prevaleció en el evento. Lo vi por igual en los ojos de Álvarez Máynez, Gálvez y Sheinbaum; lo percibí en los rostros de las personas que acudieron al Diálogo; lo reconozco diariamente en la mirada de todas las personas que trabajan por la paz en las obras jesuitas; lo escucho en las comunidades que impulsan diálogos locales; lo distingo, también, en las víctimas que pese a toda la adversidad no cejan en sus empeños de buscar justicia, verdad, memoria y no repetición.
Ese anhelo de paz nos debe hermanar a todos y a todas en México, más allá de las identidades políticas que como es normal moviliza toda coyuntura electoral. A ese sueño es al que queremos servir y contribuir. Lo hacemos en sintonía con las palabras del Papa Francisco, cuyo magisterio trasciende las fronteras de la religión como se constató en el evento dadas las continuas citas a sus sapienciales encíclicas: "[...] El camino hacia la paz no implica homogeneizar la sociedad, pero sí nos permite trabajar juntos. Puede unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan. Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común. Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen diferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas. El camino hacia una mejor convivencia implica siempre reconocer la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima, al menos en parte, algo que pueda ser rescatado, aun cuando se haya equivocado o haya actuado mal. Porque nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él, promesa que deja siempre un resquicio de esperanza (Fratelli Tutti, 228).
En este ánimo, los jesuitas de México seguiremos trabajando para que los resquicios de esperanza crezcan y se vuelvan verdaderas puertas anchas de oportunidad. Agradezco a todas las personas e instituciones que han hecho posible el Compromiso por la Paz y que han hecho eco, estos días, de su mensaje inspirador.