Columnas - Enrique Olivares

Estrategia

  • Por: ENRIQUE OLIVARES
  • 23 OCTUBRE 2025
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Estrategia

Tres importantes personajes. Tres grandes errores. Sincronizados. Para mostrar, en pocas horas, que no saben dónde se halla el país. A dónde ha sido llevado. Verborragia. Ilusiones. Tiempo perdido.

Claudio X. González Guajardo, Jorge Romero Herrera y Ricardo Benjamín Salinas Pliego, pueden seguir soñando.

Mientras, el personaje que eventualmente quisieran representar. Protagonizar. Ver encarnado en algún favorito algún día, emerge suave. Natural. Discreta. Subliminalmente. Con todo el potencial para hacer lo que a ellos seguramente no les está ni les será dado.

Los años de lucha de Claudio X. González Guajardo son laudables. Dignos de reconocimiento. Su crítica sistemática. Objetiva. Fundada. Oportuna al poder constituido, formulada por años, fue necesaria. Pertinente. Aportadora indiscutible a la efímera. Frustrada democracia mexicana.

Sin detenerse por incomodar a los poderosos. Enfrentando las consecuencias, su presencia y su activismo alimentaron y dejaron testimonio del ejercicio de su libertad conquistada. Defendida. La más importante, que es pensar. Disentir. Opinar. Expresarse.

Su preocupación lo llevó a concertar. Unir. Impulsar reiteradas. Importantes propuestas de cambio en el ámbito político-partidista. Algunas veces subrepticiamente; otras, de manera abierta. Incuestionable. Legítima.

Empero, ni a él ni a quienes lo rodean les alcanzó para encumbrar a alguien en la titularidad del Poder Ejecutivo. La elección de 2024 fue su última oportunidad.

Poner sus esperanzas en que ésta se presentará en 2030 es un lamentable autoengaño. El partido de los tomboleros. Acordeoneros. Aboneros, ya hicieron todo para evitar la alternancia por un tiempo impredecible.

Por su preparación, sorprende que Claudio X. González Guajardo no sea capaz de ver. Reconocer cómo los nuevos ricos del morenismo han ajustado la Constitución para que todo se mire legal, aunque sea ilegítimo e inmoral.

"En el 2027, es indispensable quitarle la mayoría calificada a Morena en la Cámara de Diputados para que deje de hacer la Constitución a su modo (¡ya lo hizo!), y es indispensable echarlos de Palacio en el 30", dijo en el "relanzamiento" del PAN.

Inobjetable el propósito. Inalcanzable la propuesta. Patente lo que Morena ha hecho. Lo que ya no requiere hacer. Lo que para la oposición no está a su alcance remediar. La reforma electoral será el último golpe a lo que fue la democracia en México. El futuro es la tiranía.

En esa cruda realidad es indispensable, sí, mayor sagacidad para leerla. Visión para identificarla. Trabajo en otra vertiente para cambiarla. O seguir en la ensoñación.

Jorge Romero Herrera es otro soñador. Sin bases. En el vacío. En la falta de expectativas reales. Su caso es más censurable aún porque es legislador y ha visto cómo el morenismo ha pisoteado. Violado. Ultrajado la Carta Magna. Decir, aún con eso, que el PAN es la salvación por su relanzamiento, es una ilusión.

Si él, como líder del panismo entiende que hay una última llamada para la oposición –como si el PAN lo fuera toda–, "y hoy atendemos ese llamado", es bastante corto de entendederas.

El artificioso rebranding de su partido, que para algunos en realidad es un rehundimiento por la calamitosa situación en la que se encuentra, se reduce a un intrascendente cambio de logotipo. Su búsqueda de adeptos con una rifa es de risa.

Su discurso sigue siendo viejo. Insustancial. Repetitivo. Sus promesas y objetivos son irrealizables, como para toda la oposición, por los arreglos legales que el partido del número y la letra realizó durante los últimos años a fin de apropiarse del poder político por tiempo indefinido.

De manera directa. Reiterada, Jorge Romero Herrera ha sido señalado como jefe del cártel inmobiliario de la Ciudad de México, lo cual le quita autoridad moral para reencausar la institución que encabeza.

De sus integrantes más notables, nada qué decir. Sus trayectorias son públicas. Son las caras de siempre. Sus rostros jóvenes son un club de socialités. Nadie va a creerles sus golpes de pecho ni sus promesas de que, en nombre de la patria. La libertad. La sociedad, van a redimirse.


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