¡Hey!, hombres, a erradicar lo inadmisible: el ´yo macho´
Es loable vencer resistencias patriarcales, pero qué lástima que se haga de manera tan limitada, casi a escondidas, como si la campaña avergonzara
El miércoles pasado, El Universal informó que, por primera vez, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) lanza una campaña enfocada directamente hacia los hombres, a fin de erradicar la violencia de género. Desde ese día los spots se transmiten en radio, televisión, redes sociales y se publican en medios. Tiene sentido tal decisión: nueve de cada diez ataques contra las mujeres mexicanas son perpetrados por varones (https://bit.ly/3hV5uhg), ya sea en la calle, el trabajo, un centro educativo, o en su mismísimo hogar.
El primer mensaje es buenísimo porque va directo al centro de esa masculinidad tóxica que millones de mexicanos pudimos hacer recibido como educación y que otros tantos millones siguen absorbiendo en sus casas, colegios, círculos familiares y de amistades: tiene que ver con aquello de que había que ser "macho", muy macho, y por tanto había que suprimir cantidad de emociones. Era eso de que no debíamos llorar, que chillar era de niñas o "viejas", que nosotros debíamos ser "hombrecitos" y comportarnos "muy machitos".
Spot 1. Un niño está parado en un baño a media luz. Tiene en la mano derecha un teléfono móvil. A su espalda se aprecia un espejo grande. Voz en off: "Toda la vida te han dicho: ´Sé un hombre. No te dejes. No llores. Tú eres fuerte. Sé un hombre de verdad´". El niño vira hacia el espejo y en un instante se empieza a transformar. Endurece la mirada. Ya es un pequeño desgraciado, un mocoso retador de mirada hostil, así que arremete con un puñetazo contra la cámara. Se desvanece la imagen y el sicario en potencia reaparece golpeando a un compañero de escuela hasta que lo tunde en el piso. Convertido en adulto, el tipo se droga y en el trabajo, con tantito poder que tiene, se siente con el derecho de acosar a mujeres que, según cree, no resistirán sus repulsivas insinuaciones y sus nauseabundos toqueteos.
La campaña solo durará hasta el 12 de diciembre, lo cual francamente me parece muy poco tiempo. Es un espacio de una gran avaricia en términos de comunicación social, a todas luces insuficiente para el tamaño del problema de violencia contra las mujeres que empantana a este país. Es como si el gobierno federal estuviera convencido de que el machismo fuera a desaparecer en un mes y cuatro días. Invertir 24 millones de pesos y 27 jornadas de promoción en esta campaña puede leerse de dos maneras: primero, qué bueno que se da este paso, es loable vencer resistencias patriarcales, pero al final qué lástima que se haga de manera tan limitada, discreta, fugaz, casi a escondidas, como si la campaña avergonzara o fuera a enojar a ciertos aliados poderosos. Vaya, como si no fuera prioridad del Estado mexicano combatir con reciedumbre este flagelo que cuesta entre nueve y once vidas de niñas, adolescentes y mujeres al día.
Posadas, navidades, años nuevos y reyes hubieran sido buenos momentos para captar la atención de niños, adolescentes y jóvenes que desde hace dos décadas han sido severamente idiotizados por la vida macha que predomina en este país adorador de la santa muerte y el narco way of life.
Pero bueno, veámoslo positivamente: al menos es un arranque.
"Estamos queriendo hablar con los hombres, hacer que este sector de la población se cuestione el costo que tiene para ellos el patriarcado, el machismo, esta condición socialmente aprendida de lo que debe ser un hombre y una mujer. Y esa idea tan errónea y tan grave de no reconocernos como iguales. La campaña llama a cambiar, nos dice que todas y todos trabajemos por esta transformación de las conciencias", comentó en entrevista con este diario Nadine Gasman, titular de Inmujeres.
Yo creo que en este caso debemos suprimir el "todas" que menciona al final Gasman, salvo que aluda a las madres que también consienten y fomentan el machismo de sus engendros. No nos hagamos güeyes: este es un asunto nuestro, de los hombres, que debemos deconstruirnos y resetearnos hasta extirpar por completo nuestros muchos machismos. La verdad. ¿O no?
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