La bola de nieve
Un proceso lento y doloroso
N o me parecía adecuado la terapia de adicto a adicto: se la pasaban todo el santo día con ayudas y bienvenidas; las bienvenidas eran para adictos que habían terminado el proceso, pero por desgracia habían recaído. El número de recaídos era y es impresionante, y las tribunas eran más de lo mismo, el mismo historial, el mismo sonsonete y los mismos enfoques. De cada una de ellas para mí, era muy incómodo estar sentado por más de 8 horas de junta en un tablón, como también era muy molesto dormir en el suelo y con los cuerpos pegados al mío, bañarme al mismo tiempo con 15 internos que apenas sí cabíamos en las tres regaderas que habían. El hacer mis necesidades con público me irritaba sobremanera; el caldo espiritual, la comida, era todos los días. Supuestamente este plan de desnutrición era para valorar, cuando la realidad de las cosas, mi cuerpo llegó anémico, desnutrido y mi nivel de ansiedad era altísimo. Nada que ver con la pésima alimentación que ahí nos daban, y hoy en día esta historia tiene vigencia en infinidad de anexos.
El síndrome de supresión
El encierro y el mar de incongruencias que ahí viví aumentaron, mi negación creció, mantuve en resistencia y no quería ni derrotarme ni aceptarme como buen enfermo, alcohólico y drogadicto, y después de muchas sillas de castigo, después de muchos hechos en contra de mi persona, el padrino, un día subió a la tribuna, con un ejemplar en sus manos, del recién terminado de mi libro, Radio Causa y Cause y empezó su tribuna con insultos, a denigrarme, a humillarme y a insultarme, invitándome a que me derrotará, que me rindiera ante mi enfermedad me gritaba derrótate.- Me gritaba, derrótate, hijo de tu puta madre.- Ríndete ya hijo de la chingada.- Pinche soberbio de m*** y así fue durante 2 horas de su intervención en contra de mi persona; yo no entendía, ni comprendía ante qué me tenía que rendir, y ante qué me tenía que aceptar; por supuesto que ahora sé, pero no estoy de acuerdo en esa metodología, que incluso, hoy en día, se repite en infinidad de anexos. Y tanto escuché a los compañeros adictos qué decían, se manifestó el Jefe, el Jefe me lo mandó, porque así lo quiere el Jefe, porque es cuestión del Jefe y un día sentí esa fe en mi interior y entré a un cuartito reducido que era el guardarropas y de rodillas le bajé al Jefe y le pedí con el corazón en la mano diciéndole ‘Señor, si tú quieres que salga voy a salir Señor; si tú quieres que me quede, le voy a entrar. Hágase Tu Voluntad y no la mía’. Me llené de emoción y sentí una sensación muy grata, como jamás pude haber sentido. Con ningún tipo de droga en mi interior me puse de pie y al salir se manifestó la tribuna y comencé a llorar y hablar y hablar de mis dolores, de mis resentimientos, de mis miedos y de mis angustias; desahogué el cúmulo de emociones torcidas y me sentí muy liberado. Por la noche le pedí a Dios que me iluminara y me guiara para saber el por qué me había convertido en adicto y comencé a escribir y escribir y de esta manera fue como empecé a conocer el programa de los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. Hice y sigo haciendo el Primer Paso.-ernestosalayandia@gmail.com 614 256 85 20