La Joven
La joven, como tantas otras, decidió inscribirse en la universidad para aspirar a un futuro mejor. En su mente albergaba grandes sueños, y cada mañana salía a enfrentar la vida animada y motivada por esos sueños. Su sonrisa, abierta y transparente, y que dejaba aflorar a la menor provocación, hablaba más que sus palabras de lo mucho que había en su corazón: Esperanza, entusiasmo, alegría, ganas de vivir. Sobre todo eso, unas inmensas ganas de vivir que contagiaban a quienes se topaban con su sonrisa.
En clase era inteligente, más de lo que ella se daba cuenta, y así se lo dijo un día su profesor, quien también gustaba de hacerle “memes” (bromas) en el Facebook, con motivo de las muchas ocurrencias que la joven tenía.
El impredecible amor
Como tantas otras, la joven también se enamoró, lo cual añadió un sinfín de ilusiones a las muchas cosas que ya había en su corazón. Como tantas otras, ella también pensó que ese amor sería para siempre, y ahora no solo su sonrisa, también sus ojos proyectaban el amor que esa relación le infundía, y a veces, en lugar de registrar asientos contables, su profesor la sorprendía dibujando corazones con las iniciales de los dos enamorados.
Acompañada por sus inseparables amigas, la joven visitó un día a su novio en la universidad donde él estudiaba para llevarle un regalo especial con ocasión de su aniversario. Cada una de ellas llevaba una playera blanca con una letra estampada, y con las que se formaban las palabras “Te amo”. Las “selfies” capturaron el momento de gran felicidad que los dos vivían. La vida parecía devolverle a raudales a la joven las muchas sonrisas que ella le obsequiaba cada día.
Un día, su profesor llegó a clase e inmediatamente detectó algo diferente en la joven. No estaba sonriendo, y en sus ojos había tristeza, cosa que nunca había visto antes en ellos. Al terminar la clase, él le preguntó si le podía ayudar en algo y los ojos de ella se llenaron de lágrimas. Lágrimas de amor. Lágrimas de un corazón hecho pedazos. El noviazgo había terminado, al parecer (al menos así lo sentía ella) para siempre. Como tantas otras.
Su profesor pensó que, si el muchacho era inteligente, terminaría por darse cuenta de las cualidades de la joven y regresaría con ella, pero en ese momento no le pudo asegurar que así sería, porque recordó que a veces los hombres eran torpes en el amor, y no tenían esa inteligencia especial que las mujeres tienen para los asuntos del corazón.
Los días pasaron y la joven se esforzó por volver a sonreír, aunque tras su sonrisa asomaba ahora un cierto aire de nostalgia, pues ella, como tantas otras, tal vez pensaba que nada volvería a ser igual. Febrero llegó, y mientras sus amigas hablaban de cómo celebrar el día del amor, la joven las escuchaba con su sonrisa nostálgica, recordando y añorando aquel amor perdido; aquel amor que fue motivo de su ilusión, y que al menos por ahora, mantiene secuestrada su alegría.
Sigue adelante
Ahora su profesor la ve partir cada día con un andar melancólico, pausado, como el de aquellos que se preguntan si vale la pena seguir adelante, y si tendrán fuerzas para el día siguiente.
Ahora su profesor, que soy yo, le dice a la joven lo que decía Julio Iglesias en su canción: “Espera, espera, aún te queda mucho por caminar”.
Espera, no pierdas el ánimo ni la motivación, sigue levantándote cada mañana con entusiasmo por la vida, por descubrir cada día lo bueno que ésta te dará.
Espera, sigue regalando tu sonrisa a los demás, pues no sabes el cambio que puedes provocar en alguien, o la tristeza que puedes aliviar con tan solo sonreír.
Espera, no pierdas la fe en el amor ni lo busques con desesperación, no amarres tu vida a cualquiera, y conserva la flor de tu cariño para ese ser que en estos momentos está siendo preparado para ti y que puede ser tu compañero eterno.
Espera, abre tus alas como mariposa y levanta el vuelo, hacia el firmamento, hacia las enormes posibilidades que el futuro te depara y que llenarán tu vida de alegría y plenitud.
Espera, sé paciente, y verás que la vida te devuelve bien por bien, sonrisa por sonrisa, caricia por caricia.
Espera, y llegará el día en que verás que el sendero era todavía bastante largo, y que en alguna parte del camino, de la forma que menos esperabas, la felicidad aguardaba por ti, y serás inmensamente dichosa, así como tantas otras.
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