La otra corriente

Reynosa volvió a ser epicentro de una tragedia que no se explica sólo por la intensidad de la lluvia. El agua que cayó el 27 de marzo no fue la única responsable del desastre, lo fue también la otra corriente, la de los años de omisiones, de infraestructura olvidada, de canales azolvados y de una red de drenaje convertida en un depósito de basura. En medio de ese contexto, la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a la ciudad fronteriza, el viernes pasado, tuvo un alto contenido simbólico, pero también dejó al descubierto la urgencia de mirar más allá del lodo.
La Presidenta llegó acompañada del gobernador Américo Villarreal, de la secretaria de Energía y de la titular de Bienestar. En segundo plano, también estuvo presente el presidente municipal de Reynosa, Carlos Peña Ortiz. El recorrido se realizó en las colonias Ernesto Zedillo y Las Delicias, dos de las afectadas por el desbordamiento de los canales. Se anunciaron apoyos directos para las familias, ocho mil pesos para limpieza, además de un paquete que incluye refrigerador, estufa, colchón, vajilla y ventilador. La distribución estará a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional, y los beneficiarios serán aquellas personas que aparezcan en el censo levantado por la Secretaría de Bienestar y la Sedatu.
La Presidenta también prometió que se trabajará en la regularización de colonias que no estén en zonas de riesgo y habló de limpiar, de prevenir, de revisar la infraestructura hidráulica para evitar que algo así se repita. Palabras necesarias, en un momento crítico, que llegan como señal de respaldo. Su presencia no fue una simple visita, fue un acto de responsabilidad política frente a una crisis que tocó el corazón de más de 10 mil hogares y puso a prueba la capacidad de respuesta de todos los niveles de gobierno.
Pero si la presidenta Sheinbaum caminó por las calles afectadas el viernes, un día después el gobernador Américo Villarreal envió un mensaje que cargó el tono institucional con un matiz distinto. En una entrega de apoyos en las colonias ampliación Delicias y Juan Escutia, el mandatario fue claro al señalar las causas estructurales que agudizaron el impacto de la lluvia: abandono en la infraestructura hidráulica, canales de riego deteriorados, colectores azolvados y una crisis de recolección de basura. Lo dijo sin rodeos. La basura que se acumula durante meses se convierte en tapón cuando llega la tormenta y, entonces, el agua no fluye, se estanca, se desborda, se convierte en tragedia.
El gobernador aseguró que ese abandono no es nuevo, que ha ocurrido durante años, que no se le ha prestado atención. Y aunque no mencionó nombres ni señaló con el dedo, el mensaje tuvo un destino claro, porque el manejo de la basura y el mantenimiento de los canales locales forman parte de la competencia municipal. Y en esa ecuación, el papel del ayuntamiento de Reynosa no puede pasarse por alto. En el fondo, lo dicho por el mandatario estatal fue un recordatorio de que, más allá de la ayuda emergente, hay una responsabilidad cotidiana que no se está cumpliendo.
En este cruce de declaraciones, la política mostró sus dos caras: La de la presencia solidaria y la de la crítica institucional. Ambas necesarias, porque mientras una atiende lo urgente, la otra pone sobre la mesa lo importante. Las familias afectadas necesitan apoyo ahora, pero la ciudad necesita también un replanteamiento profundo sobre cómo se gestiona su territorio, cómo se planea su crecimiento urbano y cómo se cuidan sus servicios públicos.
Reynosa es una ciudad que ha crecido rápido, a veces de forma desordenada, empujada por la presión migratoria, la actividad industrial y en ocasiones por negocios inmobiliarios que surgen a costa de la necesidad de vivienda. Muchas colonias surgieron sin planeación, sin servicios adecuados ni estudios de impacto ambiental. El anuncio de la regularización de asentamientos puede ser una buena noticia, siempre y cuando se haga con criterios técnicos y de justicia territorial. No es sólo el estatus legal de una colonia, sino su capacidad para resistir futuras emergencias.
Esta tragedia, como tantas otras en el país, no fue un hecho aislado. Fue la consecuencia de múltiples factores que se cruzaron en el momento menos indicado. Pero también puede ser un punto de partida. Hoy se abre una ventana de atención nacional sobre Reynosa. Esa visibilidad puede traducirse en inversión, en planes reales de mitigación de riesgos, en mejores políticas de vivienda y urbanismo. Pero también puede desvanecerse si no hay seguimiento, si se deja pasar la oportunidad de actuar con visión de largo plazo.
Si algo ha dejado claro esta emergencia es que existe una deuda con las ciudades fronterizas no sólo por la complejidad de sus dinámicas sociales y económicas, sino porque las crisis que enfrentan, ya sea por violencia, migración o fenómenos naturales, requieren una respuesta integral. No basta con atender el desastre cuando ocurre, hay que prevenirlo. Y para prevenirlo se necesita coordinación entre gobiernos, entre dependencias, entre niveles, pero también se necesita algo más difícil de construir: voluntad.
Voluntad para hablar con claridad, como lo hizo el gobernador; voluntad para presentarse en el terreno, como lo hizo la Presidenta; voluntad para asumir responsabilidades, aunque duelan. Esta tragedia no puede ser sólo el recuerdo de una inundación, tiene que ser el inicio de algo distinto, de una nueva corriente, una que no se lleve todo a su paso, sino que limpie, que renueve, que construya.
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