La previsible derrota de Trump y cómo aprovecharla

Hay una enorme posibilidad de que la guerra tarifaria derive en una nueva fase en la que México podría ser clave cuando Trump busque salidas para su entuerto
Apple desarrolla en China alrededor del 90% de su producción total, afirma The New York Times. Hacer un iPhone al 100% en Estados Unidos obligaría a venderlo en 3,500 dólares por unidad, tres veces su precio actual, lo cual desplomaría a sus ventas. En Vietnam se produce la mitad de los tenis de Nike y otra parte sustancial en China. La mayoría de los suministros y componentes están vinculados a cadenas de producción asiáticas, y con materiales regionales que, en algunos casos, no están disponibles en Norteamérica. La ropa que se vende en Wal-Mart, Costco, Target o H&M para las masas estadounidenses, a precios ridículos, es impensable sin el aporte del sudeste asiático.
El problema para Estados Unidos es que va solo contra el mundo. La única manera en que su plan podría haber tenido alguna posibilidad de éxito, residía en que sus tarifas hubiesen sido unilaterales (que solo Estados Unidos las hubiese aplicado). Pero con las represalias anunciadas por China y Europa súbitamente las mercancías estadounidenses se han hecho menos competitivas en los mercados internacionales.
La clave de la derrota para Trump reside en este punto: el resto del mundo no está en guerra tarifaria entre sí, solo con Estados Unidos. Europa no ha impuesto gravámenes a Asia ni viceversa. En cierta forma, en términos competitivos todos los productos no estadounidenses se harán más atractivos que sus contrapartes. En Europa, Brasil, Turquía y similares (Japón e India están por decidir represalias), Samsung será repentinamente mucho más atractivo que un iPhone, los autos chinos o los eléctricos europeos serán aún más baratos que un Tesla. Nada lo ilustra mejor que esta empresa de Musk. Las tarifas de Trump la convertían en el rey de la industria que fabrica a sus autos en Estados Unidos, a diferencia de sus competidores. Pero las represalias que ahora han surgido lo matan. Las ventas en la Unión Americana representan un 35% del total de los Tesla, pero la mayor parte del otro 65% se realiza en China y Europa (32 y 25 por ciento respectivamente). Dos tercios de su negocio quedarán lastimados por la aplicación de tarifas recíprocas y vulnerables frente al precio de la competencia que no subirá (asiáticos y europeos). Trump amenazó a Ford y a General Motors de que si no trasladaban sus fábricas a Estados Unidos perderían el mercado estadounidense; el problema con las represalias es que ahora podrían perder el mercado mundial.
En lo inmediato todos pierden, desde luego. Después de todo, Estados Unidos es el principal mercado para muchos productos del orbe. Es el principal, pero representa menos de 30% del mundo. China, Japón, Europa o Corea intentarán colocar sus mercancías en otros lados, algo que Estados Unidos no podrá hacer por su guerra "universal". Más aún, en algunos casos, esos países intentarán ganar mercado a costa de los productos de Estados Unidos que se habrán encarecido.
Todos sabemos que en algún punto Donald Trump tendrá que ceder en una guerra que ahora no puede ganar; por eso su indignación frente a las represalias y por eso sus amenazas con aumentar el castigo. Creyó que podría salirse con la suya (proteccionismo en sus fronteras para los productos de todos, pero plena apertura en el mundo para los suyos). Para su desgracia, una vez que el bluf no fue asumido, doblar la apuesta solo empeora su posición. Ya existen signos de fractura entre sus propias filas; multimillonarios y CEOs de las trasnacionales que lo habían apoyado piden suavizar el esquema tarifario. El precio del petróleo de sus amigos texanos se ha desplomado porque se prevé una contracción de la economía mundial.
Pero esto no quiere decir que reconocerá la derrota. Lo más probable es que se llegue a componendas con proteccionismos a medias, por productos y por regiones, acordados entre Washington y el resto de las potencias. Cuánto, cómo y quiénes, son preguntas que solo el toma y daca habrá de determinarlo. Trump necesitará aplacar el aumento de precios en Estados Unidos, la caída en la bolsa de las empresas y el muy probable desempleo que comenzará a sentirse por la caída de la economía.
La lógica llevaría a pensar que el escenario más probable consiste en hacer las paces con Europa y el llamado mundo "Occidental" en el que se incluye usualmente a Japón, a Australia y quizá a Corea del Sur y mantener el pulso con China y el sudeste asiático. Trump necesita proteger su imagen de buleador exitoso y mostrar evidencias de que sus aranceles han producido algún efecto positivo. No va a ser fácil.
Esto ofrece una enorme posibilidad para México. La pequeña trampa que podría hacer Trump es volver a considerar estadounidense lo que se produzca en Norteamérica. El costo de producir en México es más alto que en el sudeste asiático, es cierto, pero mucho más barato que en Estados Unidos. No hay manera de que se produzca en Texas o en las Carolinas la ropa, el calzado, el juguete, los plásticos que vienen de Asia; incluso con tarifas de 100% seguirían siendo costeables.
Y México podría también hacer su parte. Propiciar un nearshoring 2.0. Una especie de relocalización, pero ajustada a la nueva realidad. En lugar de concebirla como un esquema que permite atraer inversión de otras partes del mundo para fabricar en México productos destinados al mercado estadounidense, pensar el nearshoring como una manera norteamericana para producir mercancías para la región y para el resto del mundo. México es la clave para hacer más competitivo a nuestro vecino frente al mundo y consigo mismo.
En alguna otra ocasión puse un ejemplo. La secretaría de Comercio bien podría estar buscando a productores de ropa que sobreviven en Estados Unidos al haberse refugiado en nichos de mercado, y mostrar la manera en que, con la inversión y paciencia necesarias, podrían ampliarse y producir en Puebla camisas, jeans y atuendos deportivos competitivos frente a los del sudeste asiático. Habría que elaborar estudios de factibilidad y de mercado para una docena de casos como este. Convencer a Washington de que proyectos de esta naturaleza no quitan empleo en Estados Unidos simplemente porque allá son inviables; y en cambio permiten sustituir importaciones asiáticas y, por qué no, vender al resto del mundo. Después de todo, México tiene tratados comerciales con Europa y América Latina.
En suma, hay una enorme posibilidad de que la guerra tarifaria derive en una nueva fase en la que México podría ser clave cuando Trump busque salidas para su entuerto. El giro inesperado a un nuevo nearshoring. A condición de trabajarlo.
@jorgezepedap