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Para la próxima

  • Por: JORGE F. HERNÁNDEZ
  • 20 ABRIL 2025
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Para la próxima

La próxima vez que un político se improvisa en médico y prohíbe las vacunas de las ciencias, o el siguiente viernes en que la masa aplauda la liberación de un asesino, calla. Que se sienta y luego deletréalo 

La próxima vez que contemples un montón de zapatos sin pies, un cerro de ropa sucia, pantaletitas con sangre y ju-

guetitos ya perdidos, anota que el presidente del Senadrín duda de la evidencia, niega las cenizas y elucubra fabricaciones políticas en su contra. Escribe también el silencio de los callados testigos inmóviles ante la paliza morada que le propina un empoderado enloquecido a la que consideraba su pareja sentimental y memoriza la barbarie desatada en contra de todo tatuaje, sospecha de piel morena o falta de papeles, así en la próxima deportación masiva y sin el debido proceso, como en las próximas insinuaciones sutiles de xenofobia y racismo.

El siguiente jueves en reunión de amigos infalibles toma nota del que besa la mejilla del anfitrión y traiciona la sobremesa con treinta monedas sonantes en su bolsillo electrónico y recuerda la taquigrafía que memorizabas en la infancia para enlistar los engaños y las mentiras, las simulaciones abusivas y todos los pretextos. Recita en silencio los nombres y apellidos de las políticas en minifaldas que no ocultan su desatada ambición peluda, la soporífera soberbia de legisladores corruptos, inconcebibles candidatos a impostar jurisprudencia flotando sobre un mar de desidia y abyección, así como la resignación cómplice de millones de burócratas y acomodaticios.

Tatúa sin tinta la baba ideológica de los paladines del adoctrinamiento, los resentidos racistas y frustrados guerrilleros de pantomima que creen sembrar redención a través de la estupidización por goteo, panfletos gratuitos y más que baratos, edulcorados con placebos de chocolate para todo malestar. Por lo mismo, fija la lectura en imperdonables cancelaciones de quienes denostan a escritores o libros sin tener que leerlos y quienes abjuran de sinfonías o coreografías ancestrales por considerarlas ajenas al polvo y pulpa de los pueblos.

La próxima vez que un político se improvisa en médico y prohíbe las vacunas de las ciencias o el siguiente viernes en que la masa aplauda la liberación de un asesino, la condescendencia con toda forma de la corrupción y la fertilización de las mentiras o en la próxima ocasión en que podamos observar el meteorito de todos los días como la estrella fugaz de multimillonarios astronautas, el descaro engreído con el que se invaden territorios con labia y luego armamento o la descarada filiación a la negación de hechos probados como la invasión militar, el bombardeo constante y en cuanto vuelvas a dudar de la legitimidad de los chismes esparcidos o incluso, la palabra de Dios.

Cuando vuelva todo esto, así hoy como todos los días, guarda un momento de silencio. Calla. Que se sienta y luego deletrea lo contrario. Murmura las palabras que nos salvan, las que han sido escritas desde siglos y que no han perdido aún su etimología esencial. Habla como quien parte un pan con serenidad y sosiego para que nadie olvide. Por lo menos, hasta la próxima imagen de una prójima violada, un joven desaparecido a plena luz del día, los niños evaporados en un limbo inexistente, el desvarío en el vacío que le desvía las pupilas a una anciana con su olvido, los pasitos cansados del señor con andadera y el recurrente calvario sin vestuario y escenografías cotidianas donde incontables nazarenos flagelados por posibles penitencias recrean a diario el tortuoso ritual que busca no más que una salvación.

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