‘Ya sé lo que hiciste para estar así’
Nuestra patria final es el olvido. Reconozco que esa frase, con todo y ser endecasílaba, carece de la altura necesaria para inscribirse en bronce eterno o mármol duradero, y ni siquiera en plastilina verde. En primer lugar es lacrimosa, y luego peca de grandilocuente, rimbombante y altílocua, vicio derivado de una de las mayores culpas que cometí en mi juventud: el de participar en concursos de oratoria. Aun así la dicha frase es cierta. A todos nos aguarda esa bendición de Dios, la de ser olvidados y poder dormir en paz el sueño eterno, libres ya del juicio de los hombres. ¿Quién recuerda, por ejemplo, a don Adolfo Sánchez Ramos? Quizás alguien se acuerda de él por su singular apodo: "El Mascafierros". Se le conocía con ese mote porque, hombrón alto y robusto, movía de continuo la quijada de abajo. (La otra no se mueve, de ahí el símil: "Es más güevón que la quijada de arriba").
Si de apodos se trata pienso que Dante Delgado merece ser llamado "El esquirol", en tanto que a Samuel García, que en otro tiempo podría haber actuado en la carpa de Rosete Aranda, genial titiritero, le va muy bien el remoquete de "Bronco II". Descabellada idea es la de lanzarse a la contienda por la Presidencia de la República, locura en que cayó su antecesor, el Bronco, quien no logró hacer sino el más sonoro y sonado de todos los ridículos. Igual le irá al boquirrubio gobernador de Nuevo León, progresista entidad que no merece los gobernantes que ha tenido últimamente. Resulta inexplicable que García haya aceptado servir de instrumento al dueño del partido anaranjado, quien a su vez, según pública voz, se ha prestado a ser caballerango de AMLO para restarle votos a la oposición en el proceso electoral del próximo año.
Sucio batidillo suele ser el de la política, pero aun en ese ejercicio tan cerca del pragmatismo y tan lejos de la ética debe haber un cierto asomo de decoro personal que impida caer en la indignidad o el deshonor. Lamentable resulta la decisión tomada por Samuel García. Redundará en daño para él mismo y para Nuevo León. Habrá que decirle lo que aquel locutor de pueblo que en su programa de opinión manifestó con tono admonitorio: "Ya le tengo dicho al Presidente de Estados Unidos que no se ande metiendo en Afganistán. No me ha hecho caso.
En su salud lo hallará". "Lo hice por debilidad". Así se justificó Dulcibella con sus padres luego de haberse dado un resbaloncito. Preguntó su papá, hosco: "¿Y qué la cosa aquella es vitamínica?". Don Arsilio les pidió a sus feligreses en el curso del sermón dominical: "Pónganse de pie los que quieran irse al Cielo". Todos se levantaron, menos doña Gules. Le preguntó, extrañado, el sacerdote: "¿No quieres irte al Cielo?". "Sí, padre -respondió ella-. Pero no tengo nada qué ponerme". Eso mismo le dijo una señora a su marido, que la encontró en la alcoba in puris naturabilis, o sea nuda, corita, en pelotier. "Es que no tengo nadas qué ponerme" -adujo la mujer. El esposo abrió el clóset, que estaba repleto de vestidos.
Le dijo a la quejosa al tiempo que los iba apartando: "¿Y esto?... ¿Y esto?... ¿Y esto?... Hola, compadre. ¡¿Y esto?!". Babalucas, a un señor: "Perdone: ¿qué horas tiene?". El señor, tras consultar su reloj: "Las 12 menos 10". Y Babalucas: "Las 2. Gracias"... Pepito tenía el mal hábito de chuparse el dedito pulgar. Le advirtió su mamá: "Si sigues chupándote el dedo la panza se te va a inflar como un globo". Días después llegó de visita una amiga de la señora. La visitante lucía las señas de un próspero embarazo de 8 meses. Le dijo Pepito en tono de reproche. "Ya sé lo que hiciste para estar así". FIN.
MANGANITAS
Por AFA
‘…La Junta Cumbre
de AMLO…’.
Hay comentaristas vanos
que, siguiendo su costumbre,
dicen que esa Junta Cumbre
fue cumbre de los tiranos.