Entre razones y emociones
La UE seguirá igual, la Gran Bretaña terminará su juego, y el manejo de los miedos y la incertidumbre volverán a su cauce usual
En 1957 seis naciones formaron la Comunidad Económica Europa que en 1993, con 12 miembros, se convirtió en Unión Europea (UE). Actualmente la integran 28 países. Más allá del resultado del referéndum —que confiamos será desfavorable para los separatistas—, la posibilidad de la salida de Gran Bretaña deja en claro que incluso la alianza más fuerte se puede romper.
¿Cuáles son los incentivos que podrían llevar a un punto de quiebre entre los miembros de la alianza más poderosa del último siglo? ¿Es la situación económica y la oleada migratoria que algunos piensan que pueden enfrentar mejor solos que en grupo? ¿O es que esta alianza tiene una fecha de caducidad que está llegando a su fin? La respuesta a esta pregunta es fundamental para entender el futuro.
En la historia encontramos muchos ejemplos de pueblos que toman decisiones que en su momento aparecen como la mejor opción y que llevan al desastre más absoluto. Desde los cruzados europeos en el siglo XII que pensaron que la superioridad moral del cristianismo les aseguraría la victoria sobre los sarracenos, hasta el sueño de conquista mundial de Alemania que generó la más cruenta guerra de la historia.
Los gobernantes son los líderes, pero sin el apoyo popular sus planes no llegan lejos. Sin soldados no hay guerras, sin contribuyentes no hay Estado y sin votantes no hay democracia. ¿Cómo toman los ciudadanos sus decisiones? ¿A partir de razones o de sus emociones?
Dominique Moïsi, politólogo francés, considera las emociones de los pueblos como el factor decisivo de la historia. El conflicto entre árabes e israelíes está fundado en emociones. Lo mismo que el conflicto entre chiítas y sunitas o entre musulmanes y occidentales. Las emociones prevalecen sobre las buenas razones, dice este teórico. Según el historiador Philip Hitti, el discurso del papa Urbano II (1095) para llamar a la Primera Cruzada ha sido el mejor discurso político de la historia, pues logró convencer a todos de que el futuro estaba en pelar con los infieles y no entre católicos. Él logró su objetivo, pero el resultado final fue desastroso.
Sorprende la aparición de un candidato aspirante a la presidencia de Estados Unidos con un discurso aislacionista, proteccionista, antimexicano y con fuerte prejuicios raciales. Pero lo que más sorprende es el número de sus seguidores. Dicen los que saben que su gran éxito radica en dar cauce a los sentimientos de miedo e inseguridad frente a hechos y personas señalados como amenazas: quienes profesan una religión diferente, quienes llegan a incorporarse al mercado laboral o quienes comparten ideas o preferencias distintas a las corrientes dominantes.
Los británicos tienen fama de flemáticos, tranquilos y calculadores. Sin embargo, todo indica que en tiempos de crisis e incertidumbre, los miedos se acrecientan y tendemos a arroparnos en lo que conocemos, pensando que así alejaremos a los demonios, cuando los demonios son más parecidos a nosotros de lo que estamos dispuestos a reconocer.
La UE está integrada por 28 países cuya historia, identidad y cultura distan de ser homogéneas. Sin embargo, en términos de calidad de vida, educación y salud han alcanzado niveles sin precedente. Los beneficios de la asociación han sido incuestionables para la mayoría. Compartir las vacas cuando engordan y salir corriendo cuando enflacan, no parece ser la mejor opción.
O quizás los británicos son efectivamente más flemáticos de lo que pensábamos y esto no es más que parte de un juego para mejorar su posición negociadora. La próxima semana la Unión Europea seguirá igual, la Gran Bretaña terminará su juego y el manejo de los miedos y la incertidumbre volverán a su cauce normal.
lherrera@coppan.com
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