¿Píldoras de sabiduría?
Se sabe, Mijaíl Gorbachov, desde la cúspide del poder soviético, intentó reformar no solo la política sino la vida en la URSS. Como Secretario General del Partido Comunista de 1985 a 1991, emprendió una transformación que acuñó dos expresivas nociones: glasnost y perestroika. La primera hacía alusión a la inyección de transparencia a un sistema político por demás opaco; una apertura al debate, a la revisión de la historia, a la liberalización de las expresiones culturales y artísticas, dada la asfixia prevaleciente en esos terrenos y en el ejercicio de las libertades. La segunda pretendía una reestructuración de la economía, abriendo ciertos campos a la participación privada, como fórmula para superar el estancamiento.
En ese período se avivó el debate, se multiplicaron las creaciones que explotaron el nuevo clima de libertad, se discutió con fuerza y nuevas evidencias el pasado de la URSS, afloró la diversidad aplastada por el totalitarismo. Y el universo literario se revitalizó con obras que jamás hubieran sido publicadas en el antiguo régimen. Recuerdo que la editorial Planeta inauguró una colección titulada "Literatura Soviética Contemporánea", que recogió y tradujo al español varias obras y que imagino desapareció junto con la Unión Soviética en 1991.
En esa colección fue publicado, en 1988, <i>Los hijos de Arbat</i> de Anatoli Ribakov. La historia de unos jóvenes que viven en esa calle de Moscú, en los años 1933-1934. El clima que se respira es el de la intolerancia, el verticalismo y la sumisión. Y sus destinos los llevarán desde el destierro a un poblado en Siberia hasta la colaboración con los servicios de inteligencia y represión. Y en el trasfondo se encuentran las tensiones en el propio aparato de Estado y en el partido, que desembocan (en la novela y en la realidad) con el asesinato de Kírov, secretario general del PCUS en Leningrado, y más allá de la novela, con las purgas stalinistas, ya no de los supuestos o reales contrarrevolucionarios, sino de los propios compañeros: bolcheviques de viejo cuño que resultaban un estorbo dada la paranoia y afán de concentración del poder de Stalin. La novela, escrita entre 1966 y 1983, fue publicada en 1987 gracias al nuevo espacio de libertad, se convirtió en un best seller en la URSS y develaba una realidad conocida fuera de la Unión Soviética, pero acallada en su interior.
Transcribo algunas píldoras de la "sabiduría" del Stalin de la novela:
"El poder supremo del Estado debe estar personificado en el líder supremo".
"Calibraba la fidelidad a la idea por la fidelidad a su persona".
"El poder se convierte en factor aglutinante cuando se halla concentrado en unas manos de las que nadie es capaz de arrebatarlo".
"Consideraba que era un gran talento suyo el de reducir a simple lo complejo".
"El auténtico aparato de un líder es el aparato creado por él mismo después de llegar al poder... Y sus colaboradores más seguros...no aspiran a un papel independiente, son buenos ejecutores...y sin él, no son nadie".
"Él elaboraría criterios nuevos de valoración de los sucesos históricos".
"La heterodoxia es un buen instrumento en la lucha por el poder. Pero cuando se ha conquistado el poder...el arma del poder" es la ortodoxia.
"Ser fiel por temor vale más que la fidelidad por convicción. Las convicciones cambian, el miedo no pasa nunca".
"Dirigía a aquellas gentes que creían en él como en Dios; y en Dios solo se puede creer ciegamente".
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