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Joven mexicano crea IA para combatir el bullying escolar

La inversión en tecnología educativa y sus impactos en la lucha contra el acoso escolar
  • Por: Agencia Reforma
  • 20 / Agosto / 2025 - 02:50 p.m.
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Joven mexicano crea IA para combatir el bullying escolar

¿Sufriste acoso escolar o bullying? No eres la única persona. Aunque los datos oficiales son escasos, el gobierno mexicano ha identificado cuadros de alerta en educación básica y media superior.

La última Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis, 2022) del Inegi, reveló que tres de cada diez adolescentes de 12 a 17 años, un 28.1 por ciento del total, sufrió acoso escolar. En qué sitio específico y por quién, no se sabe.

La información sobre menores de 12 años es escasa. Ante la falta de un indicador para este grupo, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) empleó los datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continua, publicada en 2021 por la Secretaría de Salud (Ssa), para estimar la gravedad del problema.

Determinó que 30.7 mil personas de entre 10 y 17 años fueron víctimas de violencia física en la escuela en los últimos 12 meses. La Ssa no categorizó el acoso escolar, así que los datos podrían no ser precisos y solo reflejar una hospitalización por una lesión física o psicológica sin que se vincule con el bullying, necesariamente.

La Cámara de Diputados también ha reconocido el problema citando datos del Inegi y del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, el cual muestra que el 23 por ciento de los alumnos mexicanos padecían algún tipo de violencia o acoso escolar, según sus datos de 2018.

En medio de este complejo escenario de caos institucional y falta de indicadores oficiales, las respuestas surgen desde los frentes más inesperados.

Luis Villarreal, niño juarense de 12 años, enfrentó el problema desde el origen: las escuelas. Pese a su corta edad, aprovechó sus conocimientos en informática para desarrollar BullyGuard MIA, software de inteligencia artificial contra el bullying.

Lo que comenzó como una forma de evitar el aburrimiento y programar con Legos se transformó en uno de los intentos más singulares y humanistas por resolver esta herida social.

El funcionamiento de BullyGuard MIA es en apariencia, sencillo: una conversación, un chatbot. El software, desarrollado en cinco lenguajes de programación diferentes, incluyendo Python y JavaScript, opera como una página web donde el niño puede interactuar con el bot.

La clave para generar un vínculo, explicó Luis, es la bidireccionalidad, pues el niño no solo responde, también hace preguntas a la IA para generar confianza.

La base de datos, construida sobre la API de ChatGPT, fue programada para actuar como un psicólogo profesional que adapta su lenguaje a la edad del interlocutor, omitiendo palabras técnicas para un infante.

Al finalizar la interacción, se genera un reporte confidencial con la información relevante enviada por correo al padre, tutor o maestro. El niño nunca ve este informe; su experiencia termina con un consejo o, si no hay señales de alerta, un chiste.

El camino, sin embargo, no ha estado exento de obstáculos, y el más grande no ha sido técnico, sino cultural. El proyecto, cuyas preguntas fueron validadas por psicólogos, ha encontrado resistencia precisamente en algunos de estos profesionales.

La percepción de la IA como competencia y no como un instrumento de diagnóstico temprano es una barrera que su equipo enfrenta constantemente, a pesar de que el propio software incluye una advertencia: "el uso de esta tecnología no sustituye el diagnóstico y la atención de un profesional de la salud".

El objetivo, insisten, es canalizar más casos y mejor identificados a los expertos. Mientras tanto, el proyecto sigue buscando un lugar para echar raíces. Tras ganar un bronce en un concurso en Estados Unidos, el equipo de Luis ahora busca implementar un plan piloto, con acercamientos al DIF municipal en Juárez y una presentación importante ante un consejo de directivos escolares.

Luis Villarreal no está solo en esta frontera tecnológica. En el otro extremo del espectro se encuentra Aldo Luévano, fundador de Roomie IT, una empresa mexicana pionera que desde 2014 desarrolla hardware y software de inteligencia artificial.

Luévano es la cara de la innovación que se enfrenta a la realidad del mercado. Su compañía también desarrolló una solución para detectar el bullying, una de las más de 30 aplicaciones que han creado para sus robots humanoides.

Su tecnología, basada en visión por computadora, fue diseñada para identificar agresiones físicas o "patrones anómalos" en los entornos escolares. Sin embargo, la idea chocó contra un muro cultural.

La percepción de la tecnología como una amenaza a la privacidad provocó un cambio de rumbo. Luévano admitió que la idea original de llevar el robot a las escuelas ha cambiado.

En su lugar, la tecnología de detección de anomalías encontró un nicho más fértil y rentable en la industria del retail, donde ahora colabora con gigantes como Bimbo para analizar patrones de comportamiento de clientes en tiendas.

El que la tecnología anti-bullying de Roomie IT terminara analizando patrones en tiendas y no en escuelas no fue un simple fracaso comercial; es el síntoma de una profunda fractura en el ecosistema tecnológico mexicano.

Luévano lo diagnostica como la existencia de dos mundos divorciados. Por un lado, la academia, que genera innovación de punta, pero cuyas ideas se quedan en el cajón, sin un camino claro a la comercialización. Por el otro, una industria con una ideología de negocio cortoplacista, enfocada en la rentabilidad inmediata.

El abismo entre ambos existe porque en México no tenemos un ecosistema de deep tech; no hay fondos de capital de riesgo dispuestos a invertir en ideas disruptivas que podrían tardar tal vez 10 años en madurar, según Luévano.

Roomie IT intentó ser el puente, usando sus ganancias para financiar su propia visión a largo plazo e invertir constantemente en investigación y desarrollo para crear productos con propósito social, como el robot contra el bullying.

Sin embargo, su historia es la prueba de la fractura. Al no encontrar un mercado dispuesto a adoptar y financiar una solución social a corto plazo, la empresa se vio forzada a pivotar esa misma tecnología hacia un sector que sí ofrecía rentabilidad inmediata.

La travesía de Luis y Luévano ilustran el desafío de la poca o nula inversión en tecnologías educativas en el País. Para muestra, la inversión para este año del Gobierno Federal en los rubros de Educación y Ciencia, Tecnología e Innovación del 3.06 por ciento del PIB, la cifra más baja en 18 años, acorde con México Evalúa.

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