El legado poético de T.S. Eliot: Los Hombres Huecos
Emociones y trascendencia en la poesía de T.S. Eliot
Entre los poemas y versos que habrán de recordarse a 100 años de su publicación están "Los hombres huecos" ("The hollow men") de T.S. Eliot.
Para 1925, el poeta (todavía de nacionalidad norteamericana) había ya alcanzado cierto reconocimiento con su también memorable "La tierra baldía". Desde esta perspectiva, podría decirse que la publicación de "Los hombres huecos" fue la prueba irrefutable de la gran poesía que consolidó la trayectoria de Eliot.
Lo que se manifiesta en este texto -un poema que se despliega en cinco apartados y poco más de 100 líneas- es un espíritu sobrecogido por la desesperanza, la toma de conciencia de ese sentirse entre sombras, emocionalmente vacío (muerto en vida), un temperamento gobernado por la tibieza de ánimo y la indiferencia, el abandono:
Somos los hombres huecos
Somos los hombres disecados
Que se arrejuntan unos contra otros
Con cabezas rellenas de paja. ¡Ay!
Nuestras voces, resecas ya
Susurran reunidas
En la quietud del sinsentido
Y todo es como viento entre la árida hierba
O el andar de las ratas sobre vidrios rotos
En nuestro desolado sótano
El escritor Jaime Augusto Shelley abordaría el poema contextualizándolo con la "tragedia doméstica" que vive Eliot en su matrimonio, una relación de personalidades contrastantes que finalmente se perdería; sin embargo, la nota que otorga trascendencia al texto es la asociación que hace Shelley de éste con el Canto III de la Divina Comedia.
En este singular apartado salen al paso de Dante y de Virgilio, un grupo informe de personajes "que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio; están (esas almas) entre el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que solo vivieron para sí El mundo no conserva ningún recuerdo suyo; (incluso) la misericordia y la justicia los desdeñan".
Ya dentro del poema de Eliot, en su cuarto (IV) apartado, leemos:
Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas moribundas
En este valle hueco
Esta quijada rota de nuestros reinos perdidos
En éste el último de los lugares de encuentro
Nos andamos juntos y a tientas
Evitando el habla
Reunidos en esta playa del tumefacto río
Hacia el final, en el quinto apartado, la sonoridad del poema toma una relevancia donde se destaca el verso: "Falls the Shadow" (Cae la sombra), pero esa sombra con mayúsculas es la vida misma, la gigantesca sombra de nuestra existencia que finalmente se desploma
Not with a bang but a whimper.
No con un estruendo sino con un gemido.
Después de salir de estos versos, de la lectura cabal del poema, es imposible no pensar que (aun a 100 años de distancia) el entenderse como "muerto en vida" es, en algún momento dado, una marca inefable de nuestra existencia; el sentimiento de zozobra a lo largo del camino, más temprano que tarde, aparecerá en nuestro horizonte aunque nadie sabe por cuánto tiempo.
El registro que deja T.S. Eliot en estas páginas es tan moderado como su investidura aspiracional inglesa.
Pocos años después, para 1927, el poeta se encontraría tomando decisiones que cambiarían y marcaron su vida: asumir la nacionalidad británica, acoger la religión anglicana, además, tomar rienda de su trabajo y proyección editorial en la Casa Faber & Faber.
Recordar la publicación de "Los hombres huecos" e invitar a su lectura es una de las efemérides poéticas centenarias más sobresalientes para este año de 2025.