La historia del ´combate del siglo´
El ilustrador Youssef Daoudi y el poeta Adrian Matejka recuerdan en una novela gráfica la trágica fama del deportista afroamericano, Jack Johnson, en 1910
Cartel del combate entre Jack Johnson y James J. Jeffries en Reno, Estados Unidos, el 4 de Julio de 1910.
Ciudad de México.- Era alto, fuerte, soberbio; también ambicioso, obstinado y audaz y, sobre todo, era negro. Hablamos de Jack Johnson, el boxeador a quien la América blanca se obsesionó con destronar como campeón mundial de los pesos pesados. En 1910, en lo peor del segregacionismo racial, ¿cómo podía un negro, descendiente de esclavos liberados, ser el campeón del ring y tumbar a todas las "esperanzas blancas" que le ponían delante? ¿Cómo podía ese hombre, al que la prensa caricaturizaba como un simio zampándose sandías, seguir siendo el rey del cuadrilátero? ¿Cómo podía él, el Gigante de Galveston, cuestionar la supremacía blanca?
No podía. Por eso montaron "el combate del siglo" en Reno, Nevada. El escritor Jack London firmó un artículo que pedía al viejo Jeffries, el único peso pesado imbatido, que dejara su granja de alfalfa y volviera a atarse sus guantes polvorientos para tumbar a ese insolente que adoraba el dinero y los trajes y las joyas y los bólidos y los dientes de oro, que salía con chicas blancas y además hacía ostentación de todo ello.
En la historia de aquel combate, con 100.000 dólares de bolsa y 20.000 espectadores que viajaron en tren o tartana hasta ponerse bajo el sol inclemente de Reno el 4 de julio de 1910, y también en las revueltas racistas que esa pelea desató, se sumerge la novela gráfica El último hombre en pie (Norma Editorial), dibujada por Youssef Daoudi y escrita por el poeta Adrian Matejka.
Que el combate lo ganó Jack Johnson es lo de menos. De un derechazo tumbó al viejo Jeffries en el asalto 15º y así deshizo el sueño —racista— americano: en el reino de los blancos,
un negro seguía siendo el rey. Pudo entonces haber nacido la historia perfecta: la épica almibarada de un campeón negro que doblega su destino de algodonero o limpiador de cuadras y transforma a la sociedad. No fue así. Después del combate, con los trenes y las tartanas de regreso a sus condados, empezó el combate de verdad.
La lucha racista. "Una turba blanca quemó una iglesia negra de Indianápolis. Unos blancos cabreados degollaron a un negro en Houston. Unos blancos que perdieron dinero con Jeffries asesinaron a dos hombres negros en Little Rock. Lincharon a un hombre negro en Virginia Occidental por vestir traje y conducir un Thomas Flyer" como el del campeón, según narra el libro.
A Jack Johnson la victoria le salió cara. Ganar fue perder. Las autoridades lo persiguieron. Escapó del país. Vagó cinco años por Europa. Peleó en Barcelona contra el poeta Arthur Cravan y hasta entrenó para ser torero. Al fin regresó a Estados Unidos y se entregó. Lo encerraron 10 meses en la cárcel por haber cruzado la frontera con una mujer blanca con propósitos inmorales. Los camareros le exigían que comiera detrás del local, en la zona de los negros; se lo decían a él, que había bebido el mejor champán en los mejores restaurantes y que después se había arruinado.
Ahora que Estados Unidos se lanza a la reescritura de la historia sucede algo curioso. Fue Donald Trump quien, en 2018, firmó un indulto póstumo para Jack Johnson. Parece que Barack Obama no había querido hacerlo por las acusaciones de violencia machista contra sus parejas que los historiadores atribuyen al campeón negro y que este libro recoge con crudeza. ¿Qué era más vulnerable: un negro o una mujer?
Al firmar su indulto, Trump dijo que Johnson había sido un gran luchador con una vida difícil y un trato duro por parte de la Administración. Suena a descripción futura de un emigrante en la América de hoy.