Acostumbrarse al deterioro
Hace un par de semanas, el Observatorio Nacional Ciudadano organizó un foro para hablar del que, quizás, sea el tema más delicado del país: la inseguridad. Al evento estaban invitados los tres candidatos a gobernar la Ciudad de México, pero desafortunadamente la candidata Clara Brugada canceló su participación de último momento. Más allá de la presencia de los otros dos candidatos, San-
tiago Taboada y Salomón Chertorivski, las cifras mostradas por Francisco Rivas, director del Observatorio, son alarmantes.
Desde el inicio de esta administración hasta julio de 2023 se habían descubierto 5,000 fosas clandestinas. Tal vez haya que leer ese número en voz alta para captar su magnitud. Cinco mil fosas clandestintas. Se hace un nudo en el estómago solo de pensar cuántas personas pueda haber ahí. El número de cuerpos es un misterio.
De todo lo comentado en el foro es el dato que se me quedó marcado. Se habló de mucho más: del gran problema de la no denuncia que distorsiona todas las cifras, de la impunidad, de la extorsión y de cómo el crimen organizado "complementa" el ingreso de quienes se supone defienden a la sociedad. Pero la sola idea de pensar que, más o menos, se encuentran 27 fosas clandestinas a la semana es escalofriante. Para muchos, sin duda, remite a imágenes de países en guerra.
Los noticieros llevan día a día los números. En sus resúmenes hablan de las fosas, de los homicidios y se pasa, sin más, a los resultados del futbol, al clima y a alguno que otro dato curioso. Del otro lado, la audiencia se va habituando. Se oyen los números de la tragedia como si fueran ruido blanco. Tal vez sea una estrategia, una forma de protegerse frente al deterioro, un mecanismo de supervivencia.
Durante las últimas semanas, los principales diarios del mundo han llevado en sus primeras planas la forma en la que el crimen organizado abarca todos los sectores y está en todos los estados de México. Como si fuera una empresa al margen de toda regulación, sus operaciones se han diversificado. Los diarios foráneos no han hecho más que capturar y comunicar a otra audiencia lo que los mexicanos saben.
Aquí, se sabe que el mercado de aguacate hace mucho está controlado. Lo mismo pasa en ciertas zonas con el limón, el pollo, la tortilla, los materiales de construcción y el suministro de gas. Los productores, en muchos casos, trasladan el costo a los consumidores, como si del IVA se tratara. Otros sugieren, para mi sorpresa, que esta forma de organización da certeza a los mercados. Se sabe a quién comprarle, a quién venderle y los precios están determinados. Qué mejor que desaparecer la incertidumbre de las transacciones.
¿Cuánto de la economía real ha sido tomada por el crimen organizado? No lo sabemos. La información no existe, pero a nadie sorprende ya que esto suceda. ¿Cuánto territorio ha salido de control del Estado? Difícil saberlo, pero la costumbre ya se instauró en la conversación.
Escucho con frecuencia que México está sobrediagnosticado. No coincido, por lo menos no en este tema. Las campañas poco hicieron para que al menos tengamos un diagnóstico del tamaño del problema, de lo que implicará retomar esos mercados y, desde luego, desenterrar todo lo que entrañan 5,000 fosas clandestinas.
@ValeriaMoy