Andrea Chávez: campaña anticipada

Aunque el IFE lo negó, todos lo vimos: Peña Nieto incurrió en actos anticipados de campaña
Los ocho votos que entonces lo exoneraron no nos cegaron. El mexiquense se pasó un buen rato difundiendo su viril imagen desde sótanos televisivos.
Entre 2005 y 2011 —sus largos años al frente del Estado de México—, Enrique Peña Nieto aceitó una maquinaria de propaganda disfrazada de periodismo. Noticias a modo, columnas pagadas, entrevistas simuladas. Un escenario montado con libreto en mano en el que los gobernados fuimos silenciosa escenografía.
Eran tiempos de la tiranía de la imagen: joven, apuesto, bien peinado, un cargo que servía de vitrina y una certera ambición futura.
Cualquier parecido con el presente es pura tragedia. Ya lo advertía Bolaño en la voz de Juan García Madero: el tiempo, últimamente, se pliega o se estira a su antojo.
Desde el teleprompter a los tiempos del trending topic, la codicia permanece. Para Peña Nieto, el objetivo era la Silla Grande; para Andrea Chávez, el estado de Chihuahua. El guion es inquietantemente familiar.
Aunque ella lo niegue, todos lo vimos: la senadora promociona su imagen en unidades médicas que ofrecen consultas gratuitas en la entidad que sueña gobernar. Aunque los mensajeros —Loret y Latinus— arrastren su propio historial de ficciones, el recado esta vez es verdadero. Esas rarezas pasan.
—Todo sea por llevar médicos y enfermeras a Chihuahua —afirma la legisladora, intentando desviar la mirada del hecho central: se está adelantando a los tiempos electorales.
Altruismo no es. Desinteresado tampoco.
—Garantizar el derecho a la salud no es un acto anticipado de campaña— sostiene la legisladora.
¿La misma que repite aquella consigna de que tonto es el que piensa que el pueblo es tonto? La misma.
La ley electoral —esa que la audaz senadora y su grupo político conocen al dedillo— lo dice bien claro: actos anticipados de campaña son aquellos que, fuera de los tiempos establecidos, buscan posicionar a alguien frente a la ciudadanía como candidato.
La lógica es sencilla: no utilices tu cargo como escaparate ni como trampolín para tejer alianzas.
—¿Quién pompo? —citaba Andrés Manuel.
—Un empresario —responde Andrea sin ruborizarse. Hace ya tiempo que dejó de hacerlo; basta observarla unos minutos en los medios para percibir la soberbia que comienza a habitarla.
Y eso sin contar la difusión sistemática en sus redes sociales de sus intenciones de convertirse en gobernadora del Estado Grande o de liberarlo del —terrible— maruduartismo. Cientos de flechas apuntando a las urnas.
—Son veinticinco puntos los que llevo de ventaja en la encuesta para gobernadora de Chihuahua —afirma la articulada legisladora con indisimulable arrogancia en debate con Kenia López Rabadán. En esos cruces, la senadora por Chihuahua logra lo imposible: convertir a López Rabadán en la voz de la mesura.
Cosas veréis.
De la prudencia discursiva que, según el INE, deben guardar los servidores públicos ante los medios de comunicación, ni rastro. A la juventud la desborda la estridencia y la ambición.
Ante aquello, Sheinbaum Pardo —antípoda de Chávez en forma y temperamento— la ha mirado con severidad y le ha recordado la ética del partido. Sin gritos ni desplantes, solicitó a Luisa María Alcalde la redacción de reglas claras para los procesos electorales venideros con independencia de las sanciones que deberá imponer la autoridad electoral.
El castigo por adelantarse casillas es duro: incluso podrían negarle el registro al cargo al que anhela. Quizás por eso la senadora ha comenzado a retirar su imagen de los espectaculares chihuahuenses y ha instruido que su rostro desaparezca de las unidades médicas.
Además —quién sabe si como amenaza o como simple exceso— deslizo que Sheinbaum, en su tiempo, también necesitó un acuerdo entre precandidatos que le marcara la pauta. La aspiración desbocada no distingue jerarquías.
Ilusos quienes creen que la sola superposición de guindas por azules implicará la desaparición de viejas mañas. Algunos de ellos —como los real visceralistas de Bolaño—caminan hacia atrás.
—¿Cómo hacia atrás?
—De espaldas, con la mirada fija en un punto, pero alejándose de él.
Algunos guindas caminan así: de espaldas, mirando a Andrés Manuel López Obrador pero alejándose de su obra.