Columnas - Alberto Díaz Cayeros

Claroscuros de la erosión democrática en México

  • Por: ALBERTO DÍAZ CAYEROS
  • 11 JUNIO 2025
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Claroscuros de la erosión democrática en México

A pesar del despropósito de la elección judicial, la democracia sigue vigente: aunque Morena entregó instrucciones a sus seguidores sobre cómo votar mediante la distribución de "acordeones", no hay evidencia de fraude electoral

La elección directa de los integrantes del Poder Judicial en México – 872 jueces y magistrados federales, las y los 9 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), y unos 1.400 jueces locales en 19 entidades – se llevó a cabo con poca participación y sin mayor incidente el pasado domingo 1 de junio. Existen pocos estudios científicos empíricos que ayuden a predecir cuál será el efecto esperado de la elección de los jueces en México. Con la excepción de Estados Unidos, Suiza y Bolivia, casi ningún país en el mundo usa elecciones directas para seleccionar a su Poder Judicial. De lo poco que se sabe en base en los estudios científicos disponibles es de esperar que los jueces electos mexicanos serán personas menos preparadas académicamente, más politizados, menos independientes del partido en el poder, y más severos en sus castigos, tratando de atender la popularidad de sus sentencias antes que a su sustento jurídico. 

No nos debería sorprender el bajo nivel de participación electoral. La elección era controvertida y anormal. Desde la noche misma de la elección, el INE anunció los resultados de una muestra estratificada de 1.586 casillas, que permite saber con criterios científicos claros y transparentes que la participación electoral fue de entre 12,57 y 13,32%, con los márgenes convencionales de confianza estadística. Aunque tomaba mucho tiempo para cada votante llenar sus boletas, debido a la complejidad del diseño de la elección, todos quienes quisieron votar pudieron hacerlo. Como se aprecia en el mapa de participación electoral, muy pocos mexicanos quisieron votar. El reporte de observadores electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha recomendado que la selección de jueces por elección directa de México no sea usada como un modelo por otros países de la región. Esa recomendación proviene, en parte, de la enorme complejidad cognitiva que implica la boleta y la elección misma de los cargos. 

Por más sofisticado o educado que fuera un votante, la tarea de la elección judicial en México imponía cargas cognitivas casi imposibles para cualquier ciudadano. Se sabe por cientos de estudios psicológicos que lo que un votante sensato hace ante una boleta así es tomar atajos cognitivos: se vota más por los primeros que aparecen en la lista, o los candidatos que tienen alguna marca que los distingue. 

En el caso de México, un análisis preliminar muestra estadísticamente que los votantes usaron tres atajos cognitivos: prefirieron votar más por los primeros que los últimos candidatos en las listas ordenadas alfabéticamente, votaron preferentemente por candidatas que estaban ya en funciones o quienes eran propuestos por el poder ejecutivo, y tendieron ligeramente a no dejar en blanco los recuadros de la columna de candidatos hombres. Morena, por otra parte, redujo la carga cognitiva de sus simpatizantes repartiendo a sus activistas y a los votantes "acordeones", o listas de los números de los y las candidatas que les sugería votar. 

Muchos han criticado que apenas uno de cada ocho mexicanos votó, la participación más baja desde que México transitó a la democracia. ¿Qué significa este número para medir la salud de la democracia mexicana? En realidad, poco. Se trató de una elección inédita, en la cual no era claro qué significaba el voto ni contra qué escenario debía ser comparada. Hay que recordar que en la era de hegemonía política del Partido Revolucionario Institucional tasas de participación electoral cercanas al 100 por ciento en realidad reflejaban el carácter autoritario y fraudulento del régimen. Más participación no es sinónimo de más democracia. De hecho, hay que examinar con suspicacia algunas casillas electorales de esta última elección, donde hubo una participación electoral extraordinaria, casi del 100 por ciento. 

El punto fundamental es reconocer que una elección no significa en sí misma, más o menos democracia. En Cuba se vota, también en Venezuela, y en México antes del año 2000 había elecciones presidenciales que se cumplían como reloj cada seis años, aunque no había ninguna incertidumbre sobre quién iba a ganar. 

En la época de la hegemonía priista, una de las pocas herramientas que tenían los votantes para protestar era la anulación de su voto. Esto se ha vuelto a presentar en esta elección en forma extrema, primero con la reticencia de muchos ciudadanos a votar, incluso cuando estuvieron a cargo de la elección como funcionarios de casilla, y con la anulación de la boleta misma. Hay casillas donde más de la mitad de la participación electoral fueron votos anulados voluntariamente por los propios votantes. No es sorprendente notar que esas casillas se concentran en los pocos lugares donde la dominancia electoral de Morena es menos patente. 


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