Kamala y el mundo de hoy
Ocho años después de vencer a Hillary Clinton, ¿qué ha cambiado en Donald Trump? Leo en The New Statesman que sus comentarios sexistas ya suenan más a "desvaríos de un viejo amargado" que a los de "un outsider provocador que se enfrenta al establishment". Y esta podría ser la clave para una posible victoria de Kamala Harris.
De hecho, con ella como contrincante, Trump pierde esa percepción de frescura que le daba enfrentarse al ancianísimo Biden, y de pronto parece que sí, que hay partido. Primero, porque aunque no ganó contra Trump, Clinton provocó una grieta en el techo de cristal de la política norteamericana.
La imagen de una mujer en la carrera presidencial cambió la idea de lo posible, haciendo que viéramos con más nitidez el perfil presidenciable de algunas mujeres que vinieron después, como la senadora Elizabeth Warren.
La segunda razón es lo ocurrido estos ocho años. No es solo que, tras la desaparición del derecho constitucional al aborto, la misoginia de Trump tenga aún menos gracia, sino que el mundo de hoy navega por las corrientes subterráneas del #MeToo, una revolución que algunos todavía minimizan.
Sencillamente, hay cosas que ya no se pueden decir o hacer con la misma impunidad. Miramos las relaciones de poder a través de las lentes de un movimiento que mostró que la voz de cualquier mujer vale lo mismo que la del poderoso.
Curiosamente, el mayor pecado de Clinton no fue el género sino su arrogancia frente a Trump, algo que un electorado con el ego herido por la pérdida de su posición en el mundo no le perdonó. Hoy es Trump quien suena arrogante y confuso, alertando sobre que una "socialista" sea presidente, "especialmente si es una mujer".
Su posible vicepresidente, James (J. D.) Vance, propone retirar el voto a las amargadas solteronas con gatos y sin hijos. Pero es una mala idea atacar así a las mujeres.
Incluso alguna cara visible de las ultraderechas europeas es una mujer, y sus aliados varones han tenido que resignificar mensajes feministas para encajar mínimamente en el mundo de hoy.
Le Pen apoyó el reconocimiento del aborto como derecho constitucional. Y Meloni sabe que no puede suprimirlo.
La Cuarta Ola conectó a las mujeres con el poder en todas sus dimensiones. Nuestro mundo ya es también un mundo de mujeres que resignifican el reggaeton y congregan a miles de bichotas para bailar al ritmo de sus desamores; es el mundo rosa de una Barbie feminista soltando confeti por medio planeta; el de las Taylor Swift que construyen imperios poniendo a sus fans en el centro de todo, con mensajes lanzados directamente a su autoestima.
Por eso, Beyoncé ha autorizado a Harris a usar Freedom, himno del movimiento Black Lives Matter, en su campaña.
Pero lo más interesante de la carrera de Harris es que la presenta como una lucha del futuro contra el pasado, y desde ese eje tratará de construir una mayoría con los temas que afectan a la vida cotidiana de las personas: seguro médico, inflación, armas y sí, también los derechos reproductivos.
Son coordenadas muy distintas al runrún identitario: construir una comunidad de intereses que trascienda las brechas sociales, pero hablando abiertamente de las fracturas que la narrativa de la América blanca quiere silenciar.
Y parece que vuelve a contar con dos poderosos activos que ayudaron al advenimiento de Barack Obama: el poder de las redes y un contagioso y creciente entusiasmo.