La guerra no beneficia a nadie, y menos a los pobres
Hay una marcada relación entre violencia y pobreza, por lo que la paz es una condición esencial para el desarrollo
El último capítulo de las históricas tensiones entre Israel y Palestina, que ha desembocado en un derramamiento de sangre cada vez más extendido por toda la región, es un hecho amargo y terrible que está cambiando la vida de millones de personas.
Cuando era presidente de Colombia, me propuse abordar un conflicto armado interno que a muchos les parecía irresoluble, después de medio siglo de combates entre distintas fuerzas guerrilleras, sobre todo las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (las llamadas FARC), y el Estado colombiano.
Pero ningún conflicto, por enquistado y lleno de resentimientos que esté, es irresoluble. Eso no lo he aprendido en los manuales de historia ni estudiando teorías de la paz, sino hablando cada semana con las víctimas del conflicto, que en su mayoría querían pensar en el futuro y no en el pasado. Me asombraba constantemente hasta qué punto respaldaban nuestro proceso de paz y con qué frecuencia expresaban cuál era su motivación principal: que nadie pasara por lo que ellas habían experimentado. A lo largo de los años también observé, cada vez que me reunía con personas que lo habían perdido todo, que la idea de aniquilar al enemigo era un principio utilizado en política, en la mayoría de los casos, exclusivamente por quienes nunca habían sufrido de verdad.
Colombia fue el primer país que empezó a reconocer y reparar a las víctimas de un conflicto armado antes de que terminara nuestro enfrentamiento civil. Iniciamos el proceso de restituir las tierras a los que se habían visto despojados de ellas por lo menos cuatro años antes de que se firmara el acuerdo de paz. ¿Por qué lo hicimos? Por muchos motivos, pero, además de las razones éticas, por un motivo económico que estaba muy claro: para que hubiera inversiones era necesaria la paz. Me acordaba de algo que me había dicho Nelson Mandela cuando le traspasé la presidencia de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en abril de 1996. Mandela se volvió hacia mí y dijo: "La paz es una condición esencial para el desarrollo. Si no hay paz, Colombia no despegará".
Ahora, desde mi posición como miembro de The Elders (los sabios), veo que esto no solo ocurre en Colombia, sino en todo el mundo. En el conflicto palestino-israelí se han alcanzado unos abismos extraordinarios de dolor y desesperación y unos niveles de pobreza estremecedores. Pero lo único que puede garantizar una paz duradera es una solución política basada en el respeto al derecho internacional, la igualdad de derechos y la seguridad de los israelíes y de los palestinos por igual.
El informe sobre el Índice 2024 de Pobreza Multidimensional (IPM) del mundo, elaborado por el PNUD y la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano (OPHI) de la Universidad de Oxford, analiza los vínculos entre la pobreza multidimensional y los conflictos. Mide la pobreza multidimensional en 112 países situados en regiones en desarrollo, 6.300 millones de personas en total, y analiza qué nos dicen esos datos sobre los países que padecían conflictos en el momento en que se recopilaron. Y lo que revela el informe sobre la relación entre conflicto y pobreza en todo el mundo es inquietante. Casi el 40 % de los 1.100 millones de personas de todo el mundo que sufren pobreza multidimensional viven en países que sufren guerras, son frágiles o tienen un bajo nivel de paz, con arreglo, al menos, a una de las tres definiciones más utilizadas. ¿Por qué me preocupa esta estadística (que engloba a 455 millones de personas)? Porque, en mi opinión, basada en nuestra experiencia de Colombia, hay una relación innegable entre pobreza y violencia y un ciclo que se desarrolla entre ambas. Pero no es imposible de resolver. Como explica mi libro La batalla contra la pobreza.
Colombia: un caso de liderazgo (Planeta, 2023), en el caso de mi país, el IPM nacional nos proporcionó datos con los que podíamos trabajar y que nos permitieron reducir drásticamente la pobreza e incluir la reducción del IPM en el acuerdo de paz. La conclusión del informe de 2024 es que, en los países afectados por guerras, más de una de cada tres personas sufre pobreza multidimensional (34,8 %), mientras que, en los países no afectados por guerras o pequeños conflictos, el porcentaje es una de cada nueve (10,9 %). Y, en situaciones de conflicto, la pobreza aumenta o disminuye con más lentitud. Cada conflicto es un caso particular, con sus complejidades históricas y de poder. Pero muchos tienen en común los elementos de la desigualdad y la injusticia y, para lograr la paz, hace falta abordar estos factores que contribuyen a la inestabilidad y la violencia.
Juan Manuel Santos es premio Nobel de la Paz y expresidente de Colombia. En la actualidad forma parte del grupo The Elders.
Sabina Alkire dirige la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano (OPHI) de la Universidad de Oxford.
Traducción del inglés de María Luisa Rodríguez Tapia.