La patada de Trump

Tras su victoria en las elecciones de Estados Unidos, y seguro de contar con el apoyo de sus electores y de su gente en el Congreso y en el Senado, Donald Trump le ha dado una tremenda patada al tablero del mundo y las piezas han rodado en todas las direcciones, algunas medio rotas ya, otras aguantando el equilibrio a duras penas. Se habla con frecuencia de que Trump no tiene plan alguno ni una estrategia elaborada, pero quizá el plan haya sido precisamente ese, dar la patada, y procurar manejar las cosas hasta que se vayan recomponiendo de tal forma que favorezcan sus objetivos frente a los que de su gran enemigo, China. El tiempo dirá. Trump sabe que, al frente de la que todavía es hoy la mayor potencia del mundo, puede aguantar y tiene un sinfín de recursos para responder a lo que pueda venir. We´re Only in It for the Money, solo estamos en esto por dinero, es el título de un álbum de 1968 de The Mothers of Invention en el que Frank Zappa tiraba de ironía y sarcasmo para hacer chanzas con los hippies y de paso parodiar en la portada el Sgt. Pepper´s de los Beatles. Y en eso ha estado y sigue estando el actual presidente de Estados Unidos, en la pasta, pero sin ironía alguna. A lo bestia, cueste lo que cueste.
La patada ha sido tan contundente que descompuso el escenario y destrozó la representación, la manera en que hasta ahora se definían las cosas en los organismos multilaterales. Los cachorros de Elon Musk no tardaron mucho en entrar en los mecanismos de la Administración estadounidense para modificar sus procedimientos y establecer otros que favorezcan más a los suyos. Trump volvió a tender puentes con Vladímir Putin para congraciarse con Moscú y alejarlo un tanto de Pekín, y sugirió a la Unión Europea que empezara a armarse, que no iba a tardar en desentenderse de su seguridad. Empezó a expulsar de forma aparatosa a migrantes venezolanos a los que acusó de criminales y, sin garantías jurídicas de ningún tipo, los trasladó a las cárceles de Bukele en El Salvador. Se apartó de la lucha contra el cambio climático, congeló fondos federales destinados a determinadas universidades, persigue a quienes denunciaron el genocidio contra los palestinos y estuvo con Netanyahu para darle su apoyo, amén de proponer convertir Gaza en un resort turístico. Luego está el baile de los aranceles y la guerra comercial, y un mensaje claro a los congresistas de su partido: "El que sabe negociar mejor soy yo".
"Me están besando el culo", les dijo también el martes durante la cena en la que los reunió. Se refería a aquellos que padecerán los nuevos aranceles e intentan negociar para mitigar sus efectos previsiblemente devastadores para la economía mundial. Trump no opera a la manera tradicional. Y ese es otro efecto de su patada, el de convertir la política en un circo, en un programa televisivo de entretenimiento que él mismo conduce con chistes zafios y provocaciones. La cuestión es que ya nadie sabe ni entiende ni puede hacerse cargo, y cuantos se pronuncian lo hacen atendiendo al escenario anterior, así que parece que hablaran desde una tarima levantada sobre un espacio en ruinas y ante un público que ha salido corriendo al grito de sálvese quien pueda.
"He perdido del todo la facultad de pensar o de hablar coherentemente de cualquier cosa", le decía lord Chandos en aquella carta (Pre-Textos) que le escribe a sir Francis Bacon en la obra de Hugo von Hofmannsthal. "Las palabras abstractas", le confiesa, "se me desmigajaban en la boca igual que hongos podridos". Hongos podridos, eso es lo que hay.