La unidad no se construye por decreto
La designación de candidaturas para las elecciones de 2024 ha desatado una serie de inconformidades por aquellos desplazados que aspiraban a un cargo de elección popular, quedando de manifiesto que la unidad partidista, lejos de ser una consecuencia natural de la designación de candidaturas, es un ideal que requiere de estrategias de inclusión y una verdadera operación política.
En estos días se ha evidenciado la falta de "disciplina" de los aspirantes y ha sacado a la luz el descontento y las divisiones dentro de los partidos. La expectativa de que la unidad seguiría automáticamente a tales decisiones ha chocado con la realidad del descontento de aquellos que se
sienten marginados o ignorados en el proceso.
A diferencia de lo ocurrido con Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, donde tras su designación se alcanzaron consensos para unificar a los aspirantes, la nominación de Jorge Álvarez Máynez por Movimiento Ciudadano ha revelado fracturas internas significativas. Líderes partidistas, como Enrique Alfaro, han manifestado abiertamente su descontento con esta decisión. Además, estas divisiones e inconformidades no se limitan a la esfera nacional, sino que se han manifestado en varios municipios y estados, incluyendo Puebla, Querétaro y Tamaulipas, entre otros.
Aspirantes desplazados y sus seguidores han expresado públicamente su frustración, cuestionando las metodologías de selección y la transparencia del proceso. Esta situación no solo amenaza con debilitar la cohesión interna de los partidos sino que también pone en riesgo la percepción de legitimidad y unidad frente al electorado.
La falta de una operación política efectiva y la presunción de unidad por decreto podrían tener consecuencias muy graves en las urnas. Los votantes demandan transparencia, integridad y proyectos políticos que reflejen un verdadero espíritu de colaboración y visión compartida. La percepción de división y conflicto interno puede alejar a los electores y mermar las posibilidades de éxito electoral.
Ante este escenario, surge la necesidad de la "Operación Cicatriz" como una estrategia fundamental para recuperar la unidad y cohesión interna de los partidos. Este proceso de reconciliación busca integrar a los aspirantes desplazados, ofreciéndoles roles significativos dentro de la campaña o promesas de inclusión en futuros proyectos políticos. Sin embargo, la efectividad de estas estrategias dependerá de la sinceridad y el compromiso real de los líderes partidarios para sanar las heridas y trabajar juntos hacia un objetivo común.
La manera en que los partidos manejen estas tensiones internas y su capacidad para presentar un frente unido serán determinantes en el resultado de las elecciones. Los votantes observan atentamente y su percepción de la integridad y unidad de los partidos influirá en su decisión en las urnas. La política de puertas cerradas y las decisiones arbitrarias pueden ser especialmente perjudiciales en una era donde la transparencia y la participación ciudadana son cada vez más valoradas.
La política mexicana se encuentra en un momento, donde la unidad no puede ser asumida, sino construida con esfuerzo y dedicación. Como bien señalaba Maquiavelo, "Donde hay discordia, nunca habrá una buena salida". La unidad partidista debe ser el resultado de un proceso inclusivo y respetuoso. Solo así, los partidos políticos podrán presentarse ante el electorado como verdaderas coaliciones de ideas y propósitos compartidos, listos para enfrentar los desafíos del futuro.
Consultor en Comunicación Política (Compol)
Experiencia en Campañas Políticas en México y Extranjero
Enfoque en Comunicación, Medios y Marketing Digital
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