Columnas - José Andrés Rojo

Las tareas por hacer de Kamala Harris

  • Por: JOSÉ ANDRÉS ROJO
  • 02 NOVIEMBRE 2024
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Las tareas por hacer de Kamala Harris

Lo de Donald Trump durante la campaña produce desazón, se ha servido de los insultos y las descalificaciones como si fuera un niño gamberro e indomable que se enfrenta a unos maestros pacatos y ñoños para decirles que basta ya de tanto sermón y tanta moralina. Con unas cuantas barbaridades y una actitud prepotente y agresiva no solo ha afianzado el fervor de su cohorte de fieles seguidores sino que, por lo que se ve —y se pudo ver ya en anteriores elecciones—, consigue seducir a sectores que podrían estar más inclinados —por sus previsibles intereses— a votar a los demócratas: mujeres, hispanos, afroamericanos.

Trump ha dicho de Kamala Harris que "es una izquierdista lunática radical", que tiene un "cociente intelectual muy bajo", la ha calificado directamente de "idiota" o de "vaga", incluso se ha referido a ella como una "vicepresidenta de mierda". Es asombroso que uno de los candidatos a la presidencia de una de las democracias que presume de tener unas sólidas instituciones utilice un lenguaje tan burdo y simple. Es como para que todos los que estuvieran escuchándolo se levantaran y se fueran, pero resulta que no, que le celebran las ocurrencias, que lo aplauden y, diablos, que seguramente lo van a votar el próximo 5 de noviembre.

Trump ha conectado con los agraviados y los agraviados responden a los agravios que sufren con insultos. No tienen más armas, y se sienten reconfortados cuando alguien poderoso utiliza los improperios que utilizan ellos como una válvula de escape a sus enormes frustraciones. Se sienten fuera del sistema, arrinconados y marginados, con la señal del mayor oprobio —el de no haber triunfado, el de ser unos perdedores— grabada en la frente, condenados a vagar por los bordes del sueño americano sin alcanzarlo nunca. A esos hombres blancos empobrecidos lo peor que les puede ocurrir es ver cruzar por delante de sus míseros hogares a familias de negros, asiáticos o hispanos con aires de tener confianza en el futuro.

Esa lógica —si es que puede llamarse lógica— del desprecio a unas élites que observan el mundo desde la atalaya de una superioridad moral que consideran incontestable es la que Trump maneja con soltura y en la que es un verdadero maestro. Por eso le basta con decir que Kamala Harris es una "estúpida" y que los inmigrantes son lo peor para tener ya ganada buena parte de la carrera hacia la Casa Blanca.

A los demócratas les tocaba esta vez destruir esa dinámica que divide el mundo entre triunfadores y perdedores y que ha polarizado tanto a Estados Unidos hasta el extremo de partir el país en dos. Kamala Harris irrumpió en la campaña con la voluntad de colocar en el centro un mensaje de esperanza y de transmitir la idea de que lo suyo es bajar a los problemas reales que preocupan a la gente en su día a día. Seguramente una señal de que las cosas no le iban bien fue cuando empezó a llamar a Trump "fascista". 

Era una manera de responderle utilizando su mismo lenguaje y de entrar, por tanto, en el marco que a él le favorece, el de las navajas. Este martes en su gran mitin en Washington, la candidata demócrata recuperó su mensaje de unidad y de querer gobernar para todos y dijo que, si gana Trump, entrará el primer día en el Despacho Oval con "una lista de enemigos" y que, si lo hace ella, llevará una con las tareas por hacer. Ojalá que esos votantes que van a inclinar la balanza en los Estados decisivos sepan valorar esta última promesa, y voten a Kamala Harris.


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