Militarización del país
Echeverría, cercano ya el final de su sexenio, llevó a cabo su bárbaro atentado contra el Excelsior de don Julio Scherer. En ese tiempo yo era director del periódico Vanguardia, de Saltillo, y dediqué varios editoriales y columnas a reprobar la torpe acción del Presidente de la República. No sólo eso: viajé a la Ciudad de México a fin de expresar personalmente mi solidaridad a aquel gran periodista y a contratar los servicios de una naciente agencia informativa que don Julio fundó y puso a cargo de uno de sus más cercanos colaboradores, también de extraordinaria calidad humana, don Francisco Fe Álvarez.
En el curso de aquella visita, tomando un café en Sanborns, le pregunté a don Julio cuál había sido la postura de José López Portillo, ya presidente electo, ante el ataque a Excelsior por Echeverría. “Dejó hacer -me contestó don Julio-. Tampoco a él le convenía la existencia de un periódico crítico e independiente como el que hacíamos nosotros”.
E ilustró el caso con el del señor que en la peluquería aguardaba a que le cortaran el pelo. A su lado estaba un perro lanudo. El peluquero le preguntó al señor: “¿Le cortamos también el pelo al perro?”. Respondió el hombre: “Bueno”. Terminado el trabajo, el de la peluquería le informó al cliente el costo del servicio: “Es tanto por corte de usted, y tanto por el del perro”. Objetó el señor: “El perro no es mío”. El peluquero se azaró. “Pero usted me pidió que le cortáramos el pelo”. “No -precisó el tipo-. Usted me preguntó si se lo cortaban, y yo no vi razón para oponerme, de modo que simplemente dije: ‘Bueno’”. Concluyó don Julio: “Así López Portillo: no vio razón para oponerse a Echeverría y simplemente dijo: ‘Bueno’”.
Traigo a colación esa memoria -en la charla estuvo también Hugo L. del Río, inolvidable amigo- porque la evidente militarización del país llevada a cabo por López Obrador sigue ominosamente adelante con la incorporación de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, vale decir al Ejército. Obvio es decir que la futura Presidenta no puede hacer nada que contraríe a su patrocinador, y tuvo que decir “Bueno” ante esa medida que pone en riesgo la libertad de los mexicanos, y que a ella misma podrá eventualmente coartarla. Se equivocó, sin embargo, la señora al negar que la medida es parte de la militarización de este país, el cual con AMLO ha tomado un camino peligroso por los métodos de control y autoritarios que suelen derivar de la participación de los militares en cuestiones que corresponden plenamente a la sociedad civil. A todo lo que López está haciendo Sheinbaum dice “Bueno”.
Otra cosa no puede decir en el tiempo que falta para octubre. Es entendible. Pero yo me pregunto si la primera mujer Presidenta de México será, en palabras del poeta, arquitecta de su propio destino, o por el contrario mera albañil encargada de poner los ladrillos de un segundo piso que ella no diseñó. El relato que viene en seguida no es para personas sensibles... Un hombre llegó angustiado ante un especialista en enfermedades venéreas y le dijo que había contraído en mal tan grave que su doctor opinaba que sería necesaria una operación para amputarle la contaminada parte. El facultativo le pidió que se desnudara de cintura abajo. Después de examinarlo le indicó: “De ninguna manera será necesaria tal operación”. “¿De veras, doctor?” -se ilusionó el paciente. “Se lo aseguro” -confirmó el galeno. Y le ordenó: “Suba a esa silla”. El hombre obedeció. “Ahora salte”. Saltó el sujeto y ¡plop! la mencionada parte cayó al suelo. “¿Ya ve? -declaró el médico-. La operación no era necesaria”. FIN.
MANGANITAS
Por AFA.
“Yo no ordené investigar a Loret", dice AMLO.
Culpar a otros de sus yerros
está fuera de lugar.
Él no ordenó investigar:
nada más soltó a sus perros.