Morena, la dinastía
Morena es el partido más exitoso en la historia de la democracia mexicana. En menos de 10 años se ha consolidado como el principal gobernante del país, pasando de tener 44 legisladores y ni un gobernador en 2015, a tener 317 legisladores y 21 gobernadores en 2024.
El triunfo de Morena como partido político es incuestionable y se explica en gran medida por el carisma y liderazgo de López Obrador, pero no solo eso.
Morena fue exitoso, no solo por su líder, sino porque en su momento fue un partido que abrió espacios para liderazgos políticos que habían sido asilados de los partidos tradicionales. Cuando surgió Morena, el PAN y el PRI se habían vuelto partidos dinásticos donde construir una carrera política era prácticamente imposible a menos de que el interesado tuviera dinero o conexiones con los liderazgos establecidos.
En ese momento, Morena fue una bocanada de aire fresco para el sistema de partidos mexicano. Un partido en el que un pequeño liderazgo local podía convertirse en legislador federal si tenía apoyo popular para ser seleccionado en la asamblea y un poco de suerte en las tómbolas. El proceso era sencillo. Los liderazgos locales con más votos entraban a un listado desde el cual eran seleccionados al azar. Así fue como, por ejemplo, Irma Rebeca López López, un ama de casa de Iztapalapa, se convirtió en legisladora en 2015. Otros casos de estudiantes, promotores y líderes vecinales existieron.
En años recientes, esos procesos dentro de Morena se han ido perdiendo. Los espacios han sido tomados, ya sea por dinastías políticas dentro del partido (i.e. Alcalde, López Beltrán, etc,) o por refugiados de partidos menos exitosos que se han vuelto morenistas (i.e. Murat, Farjat, Chedraui, etc.). El chapulineo se ha vuelto constante. Esto prende las alarmas.
Morena se está volviendo un partido tan o más dinástico que sus oposiciones. En 2015, Morena era el partido menos poblado de dinastías políticas de todo México. Ahora, se ha convertido en el tercer más dinástico de México, solo superado por su aliado el Partido Verde y por el viejo PRI. Partidos como Movimiento Ciudadano (MC) e incluso el PAN son ahora, en promedio, más populares en su constitución.
Así, para Morena viene el reto, no solo de gobernar sin López Obrador como presidente, sino de tener que recobrar la mística que en su momento volvió exitoso al partido. Volver a ser un partido en donde la militancia se sienta escuchada, viva y con una visión política. Se debe nutrir a Morena para que esta no se convierta solo en un cascarón o, peor aún, en un vehículo para que políticos de carrera lleguen al poder.
Sheinbaum ha mostrado interés en revivir las tómbolas en el partido. En lo personal creo que esa sería una excelente idea que permitiría recobrar mucho de lo que hizo a Morena exitoso. López Obrador no fue el único factor. Morena tuvo éxito porque fue, en efecto, una nueva forma de hacer política que ahora, con preocupación, veo que se está perdiendo.