Observatorio
Investigando sobre la participación política de las mujeres en la historia de humanidad, llegué hasta el año 2,300 a.c. cuando nació Enheduanna, quien era hija del rey acadio Sargon I. En ese tiempo el poder político y religioso estaban unidos, así que al convertirse la princesa en sacerdotisa del Dios luna adquirió poder sobre el reino de Sumeria, donde se establecería la cultura más antigua de la civilización entre los ríos Tigris y Éufrates.
Enheduanna fue la primera mujer que firmo sus palabras, y también la primera que dicto leyes; sin embargo también fue la primera que sufrió un exilio; al final fue restituida y termino sus días como la primer poeta representada como semi-Dios en la antigua Mesopotamia.
Las mujeres a lo largo de la historia hemos recorrido un camino mas sinuoso, muchas veces lleno de espinas, y contrario a lo que pudiera esperarse, la modernidad no estuvo de nuestro lado.
Fue hasta 1893 en Nueva Zelanda cuando las mujeres pudieron ejercer el derecho al voto en ese país, aunque hasta 1916 no tendrán el derecho a ser elegidas.
En 1906 Finlandia se convierte en el primer país del mundo que permitió a las mujeres votar y ser elegida al Parlamento, seguidas de Noruega, Dinamarca, Rusia y Reino Unido. En el caso de Estados Unidos se consiguió en el año 1920 sólo para las mujeres de raza blanca. En América Latina, Uruguay fue el primer país en hacerlo en 1927.
De los movimientos femeninos realizados a lo largo del mundo para alcanzar el sufragio hemos podido concluir que las mujeres no obtuvieron el voto limitándose a esperar que los hombres se despertaran y cayeran en la cuenta de la justicia de su demanda, sino que tuvieron que luchar (de forma minuciosa entre bastidores y ruidosamente en público) para ser tomadas en serio. Todas las actividades que emprendieron fueron llevadas hasta los límites de la época.
Para la política actual los derechos de las mujeres no son sólo cosas que surgen automáticamente a su debido tiempo con el desarrollo, sino que son cuestiones fundamentales que hay que exigir y de las que hay que ocuparse. La afirmación de que las mujeres son iguales y merecen igual trato es todavía una noción radical y es todavía rechazada en muchos ambientes. Lo vemos cuando los políticos y la prensa insisten en que respaldarían a las mujeres, si se comportaran de un modo más propio de las damas; o cuando rechazan las prerrogativas de ley donde hoy de manera obligatoria se exigen las cuotas de género para los partidos políticos.
No se dan cuenta de que no tendrían posibilidad alguna de conseguir sus objetivos si no fuera por todos los gritos de las mujeres a lo largo de la historia, o de la manera obligatoria que la ley exige a los partidos de cubrir su cuota de género... Como les gustaba decir a las sufragistas, las mujeres calladas pocas veces han hecho historia.