Columnas - El Mensaje en la Botella

Pequeñas torpezas

  • Por: EL CONTADOR TÁRREGA
  • 19 NOVIEMBRE 2023
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Pequeñas torpezas

Debo confesar (creo que ya lo he referido en otras ocasiones) que en mi infancia era bastante torpe para todo lo que eran actividades físicas, entiéndase deportes o juegos al aire libre. Y para muestra, tres botones.

Primer “botón”

Después de comer y hacer la tarea cuando estaba en la primaria, mi madre me insistía (porque yo prefería no hacerlo) en que fuera a jugar con mis amiguitos vecinos. Y prefería no hacerlo porque ya sabía que iban a querer jugar cosas en las que era yo una nulidad andando.

Por ejemplo, jugaban al burro castigado: un niño flexionado con las manos en las rodillas, los demás lo brincaban, diciendo frases en rima con el número de salto (uno por mulo, dos patada y coz...). El que no podía brincar tomaba el lugar del “castigado”. Bueno, pues por mí, bien le podían haber cambiado el nombre al juego. En lugar de “el burro castigado”, “el Chuy castigado”. Como nunca los podía brincar, me la pasaba entre doblado y haciendo fila para retomar ese lugar en cuanto me volviera a tocar el turno de saltar.

Segundo “botón”

Jugaban también otra versión de jumentos, el “burro bala”. Un equipo formaba una cadena (también flexionados y poniendo la cabeza en “salva sea la parte” del compañero de adelante) y los demás brincaban a caer encima de la cadena humana tratando de romperla. Las primeras veces que jugué me vieron chiquito los de mi equipo y pensaron que era ligero e iba a poder saltar casi hasta alcanzar al primero de la cadena. Lo que estos niños no se daban cuenta es que yo estaba muy “petacón” y me pesaba el mofle, por lo que difícilmente podía elevarlo más allá de medio metro de altura. Pero me aventaron por delante. Yo dije, “sí puedo, sí puedo”, respiré hondo, tomé vuelo y brinqué…cayendo en la espalda del último de la cadena, para acto seguido, resbalar por un lado y terminar en el piso. Así que, de burro a burro, hacía yo honor al nombre de los juegos.

Tercer “botón”

Y en cuanto a deportes, esas eran palabras mayores para mí. Una vez me llevó mi padrino Chano a un rancho y alguien tuvo la brillante idea de jugar béisbol. Así que ahí me tienen de jardinero central, a mis escasos 8 años de edad. Pega un batazo el niño en turno y la pelota llega rodando a mis manos, mientras el niño recorre velozmente las bases. Como nadie tuvo la gentileza de explicarme las reglas del juego, yo pensé que para hacer “out” bastaba con que la pelota tocara el que había bateado, así que afiné la puntería y lancé la pelota con todas mis fuerzas…directo al niño que iba corriendo. El sentimiento de culpa que me provocó la descalabrada que le di, es algo que todavía no he podido superar.

Todos somos torpes

Ante tan funestas perspectivas, creo que mi madre me metió a los scouts a ver si se me quitaba un poco lo “sope” (con nulos resultados). Pero bueno, a estas alturas de mi vida no me voy a traumar por eso; lo que quiero establecer es que todos, en diferentes momentos de nuestra vida, hemos cometido pequeñas (o grandes) torpezas, pero eso no nos hace ser inferiores. Alguien dijo: “Todos somos unos ignorantes. La diferencia es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Entonces, de manera similar, podríamos decir que todos somos unos torpes, pero no para las mismas cosas.

Y tal vez esas torpezas nos puedan haber provocado algún fracaso en nuestra vida, pero no te atormentes por ello, y mucho menos te auto etiquetes (“Soy un fracasado”). El fracaso es un evento, nunca una persona. Recuerda esta definición de fracaso que leí en una ocasión: “”Fracasar no significa que somos inferiores; significa que no somos perfectos. No significa que debemos echarnos atrás; significa que debemos luchar con mayor ahínco. Fracasar no significa que jamás lograremos nuestras metas; significa solamente que tardaremos un poco más en alcanzarlas”.

Así que perdona tus torpezas; si esas torpezas se dan en áreas de tu vida que son importantes para ti, trabaja en mejorar y perfeccionarte, pero sin angustiarte ni demeritar tu valor como persona, pues eso está por encima de cualquier torpeza, no importa el tamaño.

Ríete de tus torpezas; dicen que no hay nada más ridículo que un hombre que se toma a sí mismo demasiado en serio. Y si acaso descalabraste a alguien por no conocer las reglas, no te preocupes, te aseguro que esa persona ya te perdonó y el chichón ya se le bajó. (Bueno, eso espero).

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