Columnas - El Mensaje en la Botella

Violinista en bici

  • Por: EL CONTADOR TÁRREGA
  • 19 MARZO 2023
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Violinista en bici

Lo conocí una noche en los primeros días de enero de este año. Mi esposa y yo vacacionábamos en Tampico y fuimos a una cenaduría cerca del Tec de Madero. A los pocos minutos de estar ahí, un joven con aspecto de estudiante se paró cerca de la entrada y empezó a interpretar unas melodías con un violín.

Aunque estaba un poco retirado de donde el muchacho se había colocado, yo quedé embelesado por las tiernas notas que salían de su instrumento y por el sentimiento que el joven proyectaba, incluso dejé que mi cena se enfriara un poco mientras lo seguía observando y escuchando. Tristemente, la mayoría de los comensales parecían no prestar atención al concierto que ante ellos se ejecutaba y seguían enfrascados en sus alegres charlas.

Tras tocar unas 4 o 5 piezas, el joven empezó a guardar su instrumento en el estuche y alcancé a percibir un poco de tristeza en su mirada al sentir que no había logrado captar la atención de nadie, y mucho menos, lograr que alguien le diera alguna propina por las notas que nos había regalado.

Más que un violín en el estuche

Me apresuré a ir a donde el improvisado concertista y, tras darle algo de dinero, le puse la mano en el hombro y le dije “te felicito, tocas muy bonito”. La cara del joven se iluminó con una sonrisa y me dio las gracias, tras lo cual se echó el estuche a la espalda, y montó en una bicicleta pequeña, alejándose para ir en busca, seguramente, de otro lugar en el cual obsequiar sus notas y tratar de obtener algo para su sustento.

Me quedé ahí parado unos segundos, viendo cómo se alejaba, y pensando que en ese estuche en su espalda no solo iba un violín. Ahí dentro, iban también sus sueños de terminar algún día una carrera que le permitiera vivir mejor. Iban sus temores de pensar si sería capaz de lograr sus metas en medio de las carencias que le rodeaban. Pero, sobre todo, iba una firme determinación y un valor enorme para no dejarse desanimar, y hacer cosas como la que acababa de hacer: Salir a la calle a buscar por sí mismo los medios para subsistir, en lugar de esperar cómodamente a que alguien se los diera.

Unas palabras de aliento

A este improvisado concertista, a quien seguramente nunca volveré a ver, en representación de los muchos jóvenes que, como él, se juegan el todo por el todo y salen cada día a enfrentar la vida en busca de un futuro mejor, quisiera decirle(s) lo siguiente:

No temas. Vas por el camino correcto, aunque seguramente ya notaste que no es el camino más fácil, pero te aseguro que los cimientos que estás poniendo al dar todo tu esfuerzo en la lucha por tus sueños, te permitirán en el futuro edificar ese palacio de ilusiones que por el momento solo existen en el estuche que llevas en la espalda.

No desesperes. Las cosas buenas no llegan fácil ni rápidamente, pero la paciencia es una flor cuyo fruto, aunque tarde mucho tiempo en brotar, cuando lo hace, lo hace de tal manera que te compensará por todos los sacrificios que tuviste que pasar mientras cuidabas de él para que no se secara antes de tiempo.

No dudes. Habrá momentos, como los que viviste esa noche, en los que podrás sentir que todo tu esfuerzo es inútil y que no logras captar la atención de nadie para que te ayude. Pero te aseguro que ya has llamado la atención del ser más importante. Uno que desde arriba ve tu esfuerzo y no lo dejará pasar en vano, y aunque en momentos parezca que te abandona, tal como él mismo ha prometido, te recogerá con grandes misericordias, premiando grandemente cada gota de sudor y cada muestra de perseverancia.

No olvides. Estoy seguro de que algún día estarás en una situación mucho mejor, con más comodidades, tal vez con un buen puesto en una empresa. Cuando ese día llegue, no olvides estos días ni lo mucho que te costó llegar ahí, para que nunca pierdas tu humildad, y para que, si algún día ves a un improvisado concertista en la calle, no lo ignores, y le des al menos una moneda que le permita revivir su ánimo para seguir adelante.

Agradezco a Dios el haberme permitido verte y escucharte, mi querido violinista en bicicleta. Que Él te bendiga para que sigas esparciendo, mientras sea necesario, tus hermosas notas por el mundo, y que Él guarde y proteja ese estuche en tu espalda, con todo su precioso contenido.

jesus_tarrega@yahoo.com.mx

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