Celebran Día del Niño entre abusos y fiestas
Después de la pandemia, las agresiones se recrudecieron en las familias de Tamaulipas, de acuerdo con datos de la Red por los Derechos de la Infancia
El tipo de violencia más común que sufren las y los menores es la violencia familiar.
Mientras el 30 de abril miles de niñas y niños en Tamaulipas celebran su día con juegos, festivales y regalos, hay otros con una realidad que ensombrece esta fecha: la violencia familiar.
De acuerdo con datos recopilados por la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), del 2010 al 2023, cuatro mil 406 niñas, niños y adolescentes han sido víctimas de esta crisis silenciosa dentro de los hogares.
En el año 2022 se registraron 548 casos de violencia contra menores en el estado, una de las cifra más alta de los últimos 15 años y, aunque en 2023 el número bajó a 440, el fenómeno aún sigue estando lejos de resolverse.
Los datos muestran un repunte preocupante en los años posteriores al confinamiento por Covid-19, lo que indica que logró controlarse durante la pandemia, pero ha recobrado fuerza en los últimos años.
Mientras que en 2020 se documentaron 354 casos y en 2021 fueron 396, el salto fue drástico en 2022, con más de 500, reflejando un efecto colateral de la pandemia: hogares tensos, sobrecarga emocional y menor acceso a redes de apoyo o atención institucional.
El tipo de violencia más común que sufren las y los menores es la violencia familiar, la cual puede incluir agresiones físicas, como golpes, empujones, jalones; también se registran casos de violencia verbal y emocional, reflejados en insultos, humillaciones, amenazas, así como la negligencia por descuido en alimentación, salud o higiene, además de abuso sexual en los casos más graves.
De acuerdo con la estadística disponible, el 95.7% de las víctimas son mujeres, es decir, niñas y adolescentes, lo que evidencia un patrón de género profundamente arraigado.
El grupo de edad más afectado es el de entre 12 a 17 años, con cuatro mil 78 casos reportados, seguido por niñas y niños de 6 a 11 años, con 235 casos, y de 1 a 5, con 93.
Estas cifras reflejan una situación crítica durante la adolescencia, una etapa en la que las víctimas no sólo enfrentan agresiones, sino también una gran dificultad para romper el silencio o acceder a mecanismos de protección eficaces.
De acuerdo con estudios de la UNAM, el impacto emocional y psicológico de estas agresiones puede impactar en la vida adulta de los menores, al presentarse altos niveles de ansiedad, depresión, bajo rendimiento escolar, retraimiento social y, en algunos casos, conductas autolesivas o pensamientos suicidas.
Además, muchas de estas víctimas crecen con trastornos de apego, baja autoestima y una percepción distorsionada del amor y las relaciones interpersonales, lo que perpetúa el ciclo de violencia en sus vidas adultas.
