Es un remanso para refugiados afganos
Kat Renfroe estaba en misa cuando vio una oportunidad de voluntariado en el boletín
Un grupo de refugiadas afganas se reúne para una clase de autocuidado y un festejo posterior al Ramadán en la oficina de Servicio para Migrantes y Refugiados de Catholic Charities.
FREDERICKSBURG, Virginia.- Kat Renfroe estaba en misa cuando vio una oportunidad de voluntariado en el boletín. Su parroquia católica buscaba tutores para jóvenes afganos recién llegados a Estados Unidos.
Para Renfroe había un vínculo personal. Su esposo, ahora retirado de la Infantería de Marina, estuvo emplazado en Afganistán cuatro veces. "Nunca hablaba de ninguna otra región de la forma en que lo hacía de la gente de allí", señaló.
Se apuntó para ser voluntaria. "Me cambió la vida", expresó.
Eso fue hace siete años. Ella y su esposo aún mantienen una estrecha relación con el joven a quien ella dio clases particulares, al igual que con la familia de él. Y Renfroe hizo de trabajar con refugiados su profesión. Actualmente supervisa la oficina de migración y servicios para refugiados de Fredericksburg, parte de Catholic Charities de la diócesis de Arlington.
Ese trabajo inspirado en la fe ahora está en riesgo. Dentro de la ofensiva del presidente Donald Trump para controlar la inmigración, en enero su gobierno prohibió la entrada de la mayoría de los refugiados y congeló los fondos federales para dichos programas. En todo el país, agencias locales de reasentamiento como la suya se han visto obligadas a despedir personal o a cerrar sus puertas. Refugiados y otros migrantes legales han quedado en el limbo, incluidos afganos que apoyaron a Estados Unidos en su país natal.
La agitación es particularmente dolorosa en esta parte de Virginia, que tiene fuertes vínculos con las fuerzas armadas y con los afganos reasentados, además de comunidades religiosas que apoyan a ambos grupos.
Situada al sur de Washington, D.C., y enclavada entre bases militares, Fredericksburg y sus condados circundantes son hogar de decenas de miles de veteranos y personal en servicio activo.
Virginia ha reasentado a más refugiados afganos per cápita que cualquier otro estado. Ahora el área de Fredericksburg cuenta con mercados halal, restaurantes afganos y programas de extensión escolar para familias que hablan darí y pastún.
Muchos de estos afganos residentes en Estados Unidos todavía están a la espera de que sus familiares se reúnan con ellos, expectativas que parecen estar en suspenso indefinidamente. Las familias temen que surja una nueva prohibición de viaje y que Afganistán esté en la lista. Un subconjunto de afganos que ya se encuentra en territorio estadounidense podría enfrentar pronto la deportación, a medida que el gobierno de Trump cancela su estatus de protección temporal.
"Creo que es difícil para las familias militares, especialmente para quienes han estado emplazados, echar un vistazo 20 años atrás y no sentir que hay cierta confusión e incluso algo de enojo por la situación", observó Renfroe.
La Conferencia Episcopal de Estados Unidos anunció en abril que ponía fin a su colaboración de décadas con el gobierno federal para reasentar refugiados. Tomó la medida después de que el gobierno de Trump suspendiera la financiación federal del programa, que la conferencia episcopal canaliza a oficinas locales de Catholic Charities.
La oficina de Catholic Charities en Fredericksburg ha seguido ayudando a sus clientes actuales y opera con un mínimo de despidos gracias al apoyo de su diócesis y a fondos estatales. Pero no está claro cuál será el futuro de la agencia local si no cuenta con financiación federal ni hay refugiados que arriben.
"Simplemente seguiré rezando", expresó Renfroe. "Es todo lo que puedo hacer por mi parte".
Un legado de servicio con base en la fe
Durante mucho tiempo los grupos religiosos han estado en el núcleo de la labor de reasentamiento de refugiados en Estados Unidos. Hasta los recientes cambios de políticas, siete de las 10 organizaciones nacionales que colaboraban con el gobierno estadounidense para reasentar a los refugiados eran religiosas. Contaban con la ayuda de cientos de filiales locales y congregaciones religiosas.
Catholic Charities de la Diócesis de Arlington ha trabajado con refugiados durante 50 años: comenzó con vietnamitas tras la caída de Saigón. En los últimos 10 años, la mayoría de sus clientes han sido afganos, con una afluencia creciente en 2021 tras el regreso de los talibanes al poder.
Grupos religiosos locales, tales como la iglesia de Renfroe —Santa María de la Inmaculada Concepción, en Fredericksburg—, han sido cruciales para ayudar a los afganos recién llegados a salir adelante. Voluntarios de las congregaciones amueblan casas, proporcionan comidas y llevan a las familias a sus citas.
"Como iglesia, nos preocupamos profundamente. Como cristianos, nos preocupamos profundamente", señaló Joi Rogers, quien dirigió el ministerio afgano en su iglesia bautista del sur. "Como militares, también tenemos una obligación con ellos por ser personas que se comprometieron a ayudar a Estados Unidos en nuestra misión allí".
El esposo de Rogers, Jake, exinfante de Marina, es uno de los pastores de Pillar, una red de 16 iglesias de la Convención Bautista del Sur que atienden a una congregación militar. Su sede principal está cerca de Quantico, la base de la Infantería de Marina en el norte de Virginia a la que llegaron casi 5.000 afganos evacuados tras la caída de Kabul.