Atacar con ácido a una mujer no tiene consecuencias en México

No pedimos favores, exigimos derechos. No vamos a seguir perdiendo vidas mientras la clase política debate si merecemos o no una ley que nos proteja
Hace once años fui víctima de una de las formas más extremas y crueles de violencia que existen en el mundo: un ataque con ácido. Desde entonces, mi vida cambió para siempre. Sobreviví, pero mi rostro, mi cuerpo y mi alma quedaron marcados de por vida. No tuve el privilegio de detenerme a procesar el duelo o a comprender por completo lo que significaba haber sido atacada de esa manera. No pude quedarme en la posición de víctima. Tuve que convertirme en activista, levantar la voz, luchar por justicia no solo para mí, sino para todas las mujeres que han pasado por el infierno de la violencia ácida.
Me he dedicado a impulsar la tipificación de esta violencia en los códigos penales del país. He participado en mesas de trabajo, foros legislativos y espacios públicos. Fundé la Fundación Carmen Sánchez, una organización dedicada a acompañar a mujeres sobrevivientes de ataques con ácido y sustancias químicas. Nuestro objetivo es claro: que esta violencia se reconozca, se castigue y, sobre todo, se prevenga.
Logramos una victoria histórica: la primera sentencia en México y América Latina que castiga un ataque con ácido como feminicidio en grado de tentativa. Esta sentencia no es solo mía, es de todas. Es una señal de que se puede hacer justicia si hay voluntad. Pero a pesar de esto, el Estado de México —uno de los más peligrosos para las mujeres, y con un preocupante número de casos de violencia ácida— sigue sin tipificar este delito de forma adecuada en su código penal.
¿Cómo es posible? ¿Qué más necesitamos para que se nos escuche? ¿Cuántos rostros quemados, cuántas vidas rotas, cuántas discapacidades permanentes son necesarias para que las autoridades actúen?
Y, sobre todo, ¿dónde están las mujeres legisladoras del Estado de México? ¿Dónde están aquellas que se dicen defensoras de los derechos humanos de las mujeres, que levantan banderas feministas en fechas conmemorativas, pero guardan silencio cuando tienen en sus manos la oportunidad de legislar por nosotras?
Esa falta de empatía duele. Porque una cosa es el discurso, y otra muy distinta es la acción. Y en este tema, han faltado a ambas. No basta con tomarse la foto ni con firmar desplegados. Necesitamos que se sienten, nos escuchen, comprendan la dimensión del daño que esta violencia genera y legislen con responsabilidad.
La violencia ácida no es un hecho aislado, es un fenómeno social que busca eliminar a la mujer, no solo físicamente, sino despojarla de su identidad, de su rostro, de su libertad. No se trata solo de lesiones físicas, se trata de una tortura prolongada que muchas veces termina en muerte, en suicidio, en exclusión total. Las sobrevivientes pasamos años entre quirófanos, rehabilitaciones, depresiones profundas, y lo hacemos con una fuerza que nunca debimos necesitar.
Desde la Fundación Carmen Sánchez exigimos la realización de foros informativos en el Estado de México. Queremos que esta problemática deje de ser invisible. Queremos contar nuestras historias, compartir los datos, sensibilizar a la sociedad y a las y los legisladores. Porque no se puede legislar sobre lo que no se conoce, y menos cuando no se quiere conocer.
Además, solicitamos que se tipifique la violencia ácida en el Código Penal del Estado de México, con penas ejemplares que respondan a la gravedad de este crimen. Que se reconozca también dentro de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, como una forma extrema de violencia feminicida.
No se trata de venganza, se trata de justicia. De prevención. De garantizar que ninguna niña, adolescente o mujer tenga que vivir lo que yo viví, lo que muchas hemos vivido. Queremos leyes que protejan, que sancionen, que reparen, pero también queremos políticas públicas de prevención, campañas de sensibilización y atención médica y psicológica integral para las víctimas.
Esta lucha no es personal, es colectiva. No es partidista, es humanitaria. Y aunque las mujeres legisladoras del Estado de México hayan guardado silencio hasta ahora, les decimos: aún están a tiempo de estar del lado correcto de la historia. La omisión también es violencia.
No pedimos favores, exigimos derechos. Porque ya hemos perdido demasiado: tiempo, salud, oportunidades, tranquilidad. Y no vamos a seguir perdiendo vidas mientras la clase política debate si merecemos o no una ley que nos proteja. Nosotras ya hicimos nuestra parte. Ahora les toca a ustedes. ¡Ley Ácida en el Estado de México!
Carmen Sánchez es activista por los derechos de las mujeres y víctimas atacadas con ácido en México.