Columnas - Carmen Morán Breña

Siempre será un hasta pronto

  • Por: CARMEN MORÁN BREÑA
  • 03 SEPTIEMBRE 2025
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Siempre será un hasta pronto

La lluvia incesante en Ciudad de México derribó hace un mes la estatua de Felipe Calderón en la calzada de los Presidentes de Los Pinos, antaño residencia oficial de los mandatarios mexicanos. Además de algunos chistes (ese árbol se merece una estatua), la imagen del basamento de mármol pelón evoca el derrocamiento natural de una época, la que constituyeron los últimos turnos del PRI y del PAN, sustituidos hoy por los llamados, pretenciosamente, gobiernos de la Cuarta Transformación, un conglomerado de ideologías donde la izquierda saca la cabeza. Algo está cambiando en México, lenta pero quizá inexorablemente. Servidora acababa de llegar a este país hace justo seis años y el taxista se quejaba de Andrés Manuel López Obrador: había que transformar México, reconocía, pero ese gobierno era un desastre. El Peje, como llamaban al tabasqueño, no llevaba en el cargo ni media hora y un país no cambia en cuatro días ni en un sexenio. Este lunes, su sucesora, Claudia Sheinbaum, ha presentado el primer informe anual de Gobierno, donde se ha destacado la reducción de la violencia, el gran drama de un país en el que asesinan a un promedio de 66 personas al día. Pero aún tiene que llover, tiene que llover mucho, a cántaros, para que no solo caigan las estatuas, sino las viejas mañas de corrupción de un país en camino.

Este lunes comenzaba el curso y desde mi ventana se oía a los escolares entonar el himno nacional con trompetas y tambores, rindiendo honores al lábaro patrio, una palabra que aprendí aquí, donde los niños la conocen desde que empiezan a escribir. La letra de una patria siempre asediada se la sabe todo el mundo y los mexicanos se unen al grito de guerra bajo los colores de su bandera, que estos días cuelga de todas partes para celebrar la independencia de la Corte española. Es el mismo himno que cantaron los senadores el jueves pasado antes de agarrarse a puñetazos en la tribuna, en una vergonzosa imagen que pone de manifiesto el peor de los males: el enemigo está dentro, encarnado en una violencia machista y clasista, en una corrupción que no cede. Además de honrar a su bandera, ¿les enseñan a los estudiantes a defenderla aplicándose la ética a sí mismos en lugar de criticar la de los políticos en la cantina? Quién sabe.

En este sexenio pasado y lo que va del actual, la mejor noticia ha sido la reducción de la pobreza multidimensional, es decir, la que no solo mide la economía, sino el acceso a servicios básicos. De los casi 47 millones de personas que vivían esos estragos, 8,3 millones superaron las carencias. Que aún quede mucho por hacer no puede impedir que se celebren los logros más dignos de aplauso. Y otro de ellos fue el aumento del salario mínimo, algo que no ocurría desde hacía 40 años. La pobreza y la violencia se trenzan como el pelo precioso de las mexicanas: erradicar la una combate la otra. A la espera de que solidifique el Estado del bienestar, bienvenidas también las ayudas sociales, esas que se tachan de asistenciales, pero que permiten a millones de familias comer mejor, vestir mejor, celebrar sus fiestas con desahogo, en definitiva, vivir mejor. Sí, señor taxista, hay cosas que han cambiado para bien.

México sigue teniendo capítulos de bandidos de Río Frío, con asaltos a trenes de mercancías, cárceles llenas de inocentes, linchamientos, periodistas asesinados y un sistema sindical que habría que destruir desde su raíz y con él a personajes que dicen defender a los obreros desde la altura de su helicóptero, mientras se felicitan los cumpleaños con lujosas mañanitas donde relumbran ostentosos relojes y bolsos de infame gusto. Sindicalistas que son senadores o senadores que se dicen sindicalistas.

Pero también están echando a andar trenes de pasajeros que un día sucumbieron a la voracidad neoliberal; la capital ha inaugurado un nuevo aeropuerto, todavía incompleto, sí, pero que ha permitido que vuelen las aves de nuevo en el espacio de alta riqueza natural donde se había proyectado el anterior. A quienes critican los destrozos que ha dejado el trazado del Tren Maya, debería alegrarles que Texcoco haya recuperado su belleza verde y su fauna lacustre. ¿O no? Tímidos pasos hacia las energías limpias deben encaminarse en este sexenio a un panorama distinto que ponga al país al frente de un continente latinoamericano en la lucha contra el cambio climático: los fenómenos naturales extremos bajo los que colapsan las poblaciones lo están pidiendo a gritos.

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