Del ´relanzamiento´ y las ilusiones

Podré aceptar que el régimen se burle de mí cuando se disfraza de compasivo o demócrata para ocultar que las reglas del poder son universales...
Podré admitir que se ría de mí quien se dice distinto y debajo de su máscara de neoliberal o de mexicano humanista me muestre su lengua en un acto de burla común a todos...
Podré reprimir mi carcajada cuando el discurso del despertar de las conciencias no interrumpa el sueño de las masas...
Podré cerrar los ojos en vez de aterrorizarme por los riesgos del poder no elegido en las urnas, que desde el gobierno de cualquier color se me dice es inexistente...
Podré reprimir mi envidia por vivir la austeridad obligada y carecer de la incongruencia de quienes me dan el carácter del buey de su compadre...
Pero nunca podré creer que ni la inteligencia ni el compromiso social sean exclusivos de un partido político, como tampoco suponer verdadera cualquier "refundación" que no empiece por cuestionar lo antes hecho y poner en el centro de su nueva etapa propuestas para reducir la desigualdad que padece la mayoría de los mexicanos, haciendo sostenibles las herramientas para lograrlo.
Aceptaré primero la cobardía de quien teme renunciar a sus amos e intereses, antes que la fanfarronería de quien se dice renovado y únicamente cubre su conocida figura con ropa distinta. Es de humanos rehuir la realidad y construirla sobre pedido, pero no es propio de quienes pretenden ser líderes.
A propósito de las divagaciones anteriores, maquillo unas letras que mal escribí hace tres años, para que salgan de nuevo a pasear:
Uno de los rasgos de las personas maduras, es decir, aquellas a quienes los golpes de la vida redujeron la velocidad de la lengua para no rebasar la de su pensamiento, lo brinda su habilidad para sonreír ante aquello que a otras hace gritar.
Buen ejemplo para ilustrar lo anterior lo da "el relanzamiento" del PAN, que lo mismo muestra al optimista que en plena agonía cree que la medicina de siempre ahora sí lo aliviará, que da paso libre a la incertidumbre acerca de un futuro donde un solo chofer trace la ruta que le dicte su imaginación.
Recuerdo las juntas del equipo asesor de un aspirante a la gubernatura de Durango, en las que un claridoso integrante nos ubicaba continuamente en la realidad: "No somos los mejores, pero somos lo que hay". Evoco luego las reuniones en el cuarto de guerra de un candidato a la presidencia municipal de Zacatecas, donde mientras una persona argumentaba que la debilidad de la oposición daba al equipo ventaja, otra advertía que esto era una amenaza.
"Atenerse a las limitaciones del contrario para triunfar, es renunciar a la motivación de ser mejores y, por lo tanto, equivale a dejar abierta la puerta para ser desplazados en el futuro cercano por quienes hagan de la competencia factor de superación", palabras más, palabras menos señaló uno de los consejeros del aspirante zacatecano a presidente municipal, por supuesto sin inquietar al grupo que celebraba las limitaciones de los contrarios.
Finalmente, saco de mi memoria el día en el que un grupo de ejecutivos celebraba el aniversario de su empresa, convocando a los medios de comunicación masiva para cenar y conversar.
—¿Me pasan los mariscos y esas galletitas?— les pidió una reportera con la que compartían la mesa e hizo así una pausa en su relato sobre las múltiples ocupaciones que tuvo durante el día y lo exigente que era su labor.
—Se nota que tu trabajo es un apostolado— dijo irónico un ejecutivo, sin que aparentemente ella percibiera el tono de estas palabras.
—Sí, deveras, señor, esta tarea es muy sacrificada... ¿Me acerca ese postre y sirve un poco más de vinito?
En el camino de las agendas e interpretaciones paralelas, quizá la mejor alternativa es optar por la realidad al gusto, en la que todo o nada existe según lo dicte el deseo de cada organización o individuo.
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