Columnas - Manuel Rivera

Yo sí te entiendo, Adán Augusto

  • Por: MANUEL RIVERA
  • 12 OCTUBRE 2025
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Yo sí te entiendo, Adán Augusto

Aclaración no pedida, ¿acusación manifiesta?

Desordené estas letras hace cerca de una semana y el árbol caído al que se refieren ha seguido recibiendo hachazos.

Acepto que no me conmueve observar los trozos de la leña de esa planta de tronco grueso, lo que justifico acogiéndome a la máxima que reza "el que se ríe se lleva" o, en versión libre, "aguántate, que ahora te toca".

Observo también en esta aclaración que nadie solicitó, que en estos últimos días han surgido hechos como las campañas anticipadas o "disimuladas" del senador Gerardo Fernández Noroña y del empresario Ricardo Salinas Pliego para buscar la presidencia de la república, sucesos que provocan muchas reflexiones y limitadas esperanzas.

Dadas las variadas interpretaciones que podría propiciar el contenido de esta columna, señalo lo anterior para recordar que el desfile de estas letras pretende ser humano, no político.


Tras curarme en salud, procedo...

Para algunas personas la realidad puede convertirse en insoportable, ya sea por el miedo a lo verdadero o la angustia por amenazantes pesadillas. Otras, tal vez las mejor adaptadas al entorno, prefieren diseñarla a su gusto u optan por tratar de convencer que el mundo real es el de ellos, no el que perciben los demás.

Escoger la realidad que se desea vivir, lejos de ser un autoengaño, podría ser un don de personas capaces de burlar las preocupaciones y quizá hasta de burlarse de ellas mismas, cualidad superior de unos cuantos elegidos.

En consecuencia, entiendo al senador Adán Augusto López, aunque no lo admire debido a mi envidia por la bonanza ajena, el control sobre la risa propia y la construcción de la realidad bajo pedido.

La lección de su caso muestra la alternativa que tienen los seres humanos para flagelarse por los aconteceres incontrolables o transformarlos en mentiras dirigidas a otros y verdades para la protección de su creador, que es lo que finalmente importa.

Recuerdo cuando en mi etapa preparatoriana el director de la escuela pidió hablar con mi mamá, sólo para convertirme involuntariamente en "héroe por un día" ante mis compañeros.

El llamado fue más que justificado debido a mi pésimo desempeño académico, sin embargo, ya fuera por mi exorbitante cinismo o excelsa vocación de mártir, cuando el director concluyó con su larga lista de fundadas imputaciones lo ignoré olímpicamente, volteé hacia mi madre y sin la menor alteración pregunté a ella qué había de cenar.

Caso cerrado. El director cumplió con lo que creía era su deber, mi mamá escuchó pero no juzgó, yo descalifiqué la verdad evitando que se interpusiera en la construcción de mi realidad alterna y varios de mis amigos admiraron momentáneamente mi supuesto valor para desafiar a la autoridad.

¿Cuántas personas en un ejercicio de sinceridad aceptaríamos que preferimos ver un juego de la Champions en lugar de la ensayada comparecencia de un funcionario ante una mayoría amiga? ¿Cuántos admitiríamos que en algún momento de nuestra vida nos hemos fingido muertos ante la cercanía de una amenaza, como si esta fuera un oso en búsqueda de comida?

La existencia es injusta e inmune al reclamo por ello. Mientras una mayoría se ve obligada a limitar gastos y ambiciones, una minoría incurre en excesos.

Empero, siempre será necesario recordar que ninguna persona está ajena al curso de la vida.


riverayasociados@hotmail.com


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