Columnas - Dra. Yirla Paola García López

"El propósito de vida en la vejez: medicina para el alma y escudo contra la ansiedad"

  • Por: DRA. YIRLA PAOLA GARCÍA LÓPEZ
  • 06 JULIO 2025
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"El propósito de vida en la vejez: medicina para el alma y escudo contra la ansiedad"

La vejez no es una enfermedad, pero sí es una etapa que trae consigo grandes desafíos físicos, emocionales y sociales. Es, además, una realidad ineludible a la que todos, si la vida nos lo permite, llegaremos algún día; por ello, más que temerla o ignorarla debemos aprender a comprenderla y a dignificarla. En este periodo, marcado muchas veces por pérdidas y cambios, el tener un propósito de vida puede ser un verdadero antídoto contra la ansiedad, la depresión y el aislamiento.

El propósito no requiere grandes metas, puede encontrarse en acciones sencillas como cuidar una planta, leer, compartir experiencias, o simplemente agradecer el nuevo día. Esta motivación íntima, cuando se mantiene viva, mejora notablemente la salud mental y física, incluso en personas con enfermedades crónicas o en quienes viven en asilos y residencias para adultos mayores.

Propósito como factor protector. Estudios publicados en revistas médicas especializadas han señalado que el propósito de vida actúa como un factor protector contra trastornos mentales comunes en la vejez. Tener un propósito reduce los niveles de ansiedad, los síntomas depresivos y hasta el deterioro cognitivo. Se asocia con menor producción de cortisol, la hormona del estrés, lo que beneficia el sistema inmunológico y contribuye a una mayor calidad y expectativa de vida. Los adultos mayores que conservan un sentido de utilidad muestran mejor ánimo, más energía y menos necesidad de hospitalizaciones. Este propósito no tiene que ser complejo: puede surgir de sentirse escuchado, respetado o simplemente incluido.

La dignidad humana, siempre intacta. Las enfermedades neurodegenerativas como la demencia senil o el Alzheimer afectan la memoria y la conducta, pero no borran la esencia de la persona. Detrás de cada diagnóstico sigue existiendo alguien que siente, necesita afecto y busca conexión humana. Respetar su dignidad implica más que brindar atención médica. Significa mirarlos a los ojos, llamarlos por su nombre, permitir que participen en decisiones y ofrecerles espacios de expresión emocional o espiritual. Especialmente en asilos o residencias, donde muchos viven en soledad emocional, estos pequeños actos tienen un gran impacto.

Un llamado a la empatía. Como sociedad, tenemos una deuda pendiente con nuestros adultos mayores. Necesitamos dejar de ver la vejez como una etapa de pérdida y empezar a reconocerla como una fase de introspección, sabiduría y valor humano. Cuidar de ellos no debe verse como una carga, sino como un acto de amor, de reconocimiento y de justicia. En casa o en instituciones, integrar a las personas mayores a la vida cotidiana, reconocer sus historias y darles espacio para compartir sus talentos y valores fortalece su autoestima y contribuye a su bienestar integral.

Reflexión final: La vejez vivida con propósito no sólo alarga la vida, sino que la llena de sentido. Un propósito no cura todas las dolencias, pero ayuda a sobrellevarlas con dignidad y paz interior. Y cuando un adulto mayor se siente útil, amado y escuchado, su alma florece, incluso en medio de la fragilidad; por eso, como familiares, cuidadores y sociedad, debemos preguntarnos: ¿qué estoy haciendo hoy para que una persona mayor sepa que su vida aún importa? 

Así que la próxima vez que veas a una persona mayor, no solo mires sus arrugas o su paso lento. Mira su historia, su fortaleza y su derecho de seguir teniendo un propósito. Porque allí, en ese pequeño acto de reconocimiento, podemos estar salvando una vida. Porque al final, lo que mantiene viva a una persona no es solo el latido de su corazón, sino el sentido profundo de saber que su existencia sigue teniendo valor.

"No dejamos de vivir cuando envejecemos; envejecemos cuando dejamos de vivir con propósito".

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