El terremoto en Turquía y el huracán en Acapulco
Han sido semanas trágicas. Primero, en el plano internacional, los violentísimos actos terroristas de Hamás contra la población civil indefensa en Israel. Hamás ha desatado un conflicto que no sabemos en dónde ni cuándo va a parar. Luego, en el ámbito local, la destrucción de Acapulco por obra de Otis. Por lo pronto, ya hay figuras de la oposición frotándose las manos al imaginar que la devastación acapulqueña va a catapultar los números electorales de los partidos opositores. No será así.
El pronóstico no solo es errado, sino estúpido. Como diría Talleyrand "es peor que un crimen, se trata de un error político". Incapaces de aprender de la experiencia internacional, parece que algunos políticos de oposición no analizaron los resultados electorales en Turquía este mismo año. Durante meses, la prensa occidental vaticinó la derrota electoral de Erdogan como resultado de la destrucción provocada por un terremoto meses antes de la elección. No fue así. Erdogan volvió a vencer a una coalición de partidos opositores que ni juntos, ni mediando una catástrofe natural, lograron la victoria en la contienda. Los liderazgos populistas no funcionan así, no se erosionan automáticamente, ni a resultas de tragedias ocasionadas "por la naturaleza".
Si bien es verdad que toda catástrofe magnifica su devastación como consecuencia de la incompetencia de las autoridades, el populista siempre se lava las manos diciendo que lo ocurrido es consecuencia de fenómenos naturales y no de sus propias acciones de gobierno. Basta ver cómo la pandemia, con una cauda muy superior de muertos a la que hubo en Acapulco, no dañó la popularidad del presidente de México. La fe mueve montañas dicen, pero también se rehúsa a ver la evidencia. Para los seguidores del populismo, nada de las cosas malas que suceden es responsabilidad gubernamental, sino parte de una conspiración de los enemigos del pueblo o si acaso, un accidente de la naturaleza. No hay ni habrá manera de evidenciar ante los fieles que el profeta falló y no pudo protegerlos. Siempre habrá otros culpables, incluso se llegará a extremos ridículos como responsabilizar a los medios de comunicación, pero nunca al gobierno.
Consecuentemente, la oposición haría bien en concentrarse en la construcción de estructuras de apoyo. No va a dañar la imagen presidencial, pero podría hipotéticamente, demostrar mayor compromiso en términos de ayuda humanitaria.
No sirve de nada grabarse en un video afuera de la OEA, un organismo cuya existencia desconoce gran parte del electorado. Mejor quisiera uno ver la conferencia de prensa conjunta de los tres líderes partidistas, acompañados de su candidata presidencial, en la zona de desastre, limpiando escombros o repartiendo ayuda. De preferencia las dos cosas. Eso comunicaría más eficazmente su compromiso con el país que la condena y la diatriba permanente contra el presidente.
¿Qué pasó en Turquía? A reserva de que los autodenominados (no se ría) "estrategas opositores" hagan un estudio cuidadoso del caso, el Financial Times evidenció que la oposición turca no hizo el trabajo de calle, vale decir el recorrido popular de las zonas y aldeas marginadas para obtener su voto. La coalición opositora turca ganó en las zonas metropolitanas de las grandes ciudades, las que ya tenía ganadas de cualquier manera antes del terremoto.
En otras palabras, nos falta ver a Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano en los barrios más golpeados por "Otis", caminando de sol a sol, ofreciendo su respaldo a la población por todos los medios posibles. Y no estaría mal ver también a los representantes de los llamados organismos de la sociedad civil que forman parte del Frente, apoyando desde el lugar de los hechos. Cuando menos a sus cabezas visibles, sin discursos, solo ayudando a las víctimas. Es verdad que es difícil competir contra los recursos del estado y la popularidad presidencial, pero lo cierto es que la oposición mexicana ni las manos mete. Así no hay manera. (Analista)
@avila_raudel