En el jardín
Aquel jardín era su rincón favorito; ahí disfrutaba esos momentos, cada vez más raros, en los que podía estar completamente solo y meditar sobre su vida.
La fragancia de su vegetación lo remontaba a los años de su infancia, a aquellos días en que se adentraba con su padre en el bosque para buscar la madera que después, con habilidosas manos, aquel hombre convertía en bellos muebles u otras obras que la gente buscaba por la excelencia de su acabado.
En esos días, andando juntos entre la naturaleza, ese hombre le había enseñado muchas cosas, y ahora, en la soledad de aquel jardín, él las recordaba y añoraba. A su padre, ese rudo pero noble artesano, le gustaba sentarse en una roca (él le llamaba "su roca favorita") y parar a su hijo frente a sí; y luego, poniendo sus manos sobre los hombros del niño, le hablaba del gozo que sentía de ser su padre, y de las grandes cosas que seguramente él haría cuando creciera. Y siempre, al terminar de platicar, le daba un fuerte abrazo antes de volver a casa. Aquella tradición duró por varios años.
Ver los enormes y verdes árboles de aquel jardín, le recordaba también los juegos con sus hermanos cuando, con enorme cariño fraternal, reían, jugaban y corrían entre los árboles hasta quedar exhaustos, para luego escuchar la voz de su madre, llamándolos a tomar una sencilla pero deliciosa cena, cuyo principal ingrediente era el amor con que había sido preparada.
Qué lejanos parecían aquellos días, pero qué cercanos eran los recuerdos al estar en ese jardín. En silencio, bendecía siempre al creador de aquel bello rincón por su bondad, por haberle dado esa familia, y por todo lo que había vivido hasta ese momento.
Ahora, estaba una vez más en el jardín, disponiéndose a seguir adelante con lo que la vida le deparaba, y preguntándose si sería capaz de enfrentarlo. Sabía que sería difícil, pero recordó lo que su padre muchas veces le había dicho: "Cuando sientas que ya no puedes más, pon tu vida en las manos de Dios, deja que por un momento él lleve las riendas, y confía en su amor por ti. Y recuerda también que yo estaré contigo, mis pensamientos estarán siempre junto a ti, y nunca te abandonarán. Cuando sientas tu corazón desfallecer, regresa en tu mente a nuestra roca favorita, y siente mis brazos a tu alrededor, en ese abrazo inquebrantable que nos ha unido para siempre, y que ni aún la muerte podrá romper".
Así que, después de invocar en su corazón el abrazo de su padre, se arrodilló y empezó a invocar la ayuda celestial para lo que tenía que hacer. Y habló con Dios como quien habla con un amigo, o mejor aún, con un padre, porque sabía que eso era. Le habló de sus temores, pero le manifestó que estaba dispuesto a hacer lo que él le pidiera. Le habló de sus tristezas, pero le confirmó que sabía que, con su gracia, él podría convertir en gozo esas tristezas. Le habló de sus pesares, pero le dejó saber que confiaba en que él podría darle una paz que sobrepasara todo entendimiento. Y al estar desahogando su dolor ante su padre celestial, hubo un momento en que sintió romper su corazón, pero entonces ocurrió algo milagroso. Literalmente, sintió que unos brazos lo rodeaban y le daban fuerza. Alzó la vista para ver quién lo había abrazado, pero sus ojos naturales no podían ver a los ángeles que Dios le había enviado para consolarle. Pero él supo, sin ninguna duda, que no estaba solo, que nunca nadie lo estaría, porque cuando alguien tuviera que pasar, aunque fuera en un mínimo grado, por lo que él acababa de pasar, la ayuda celestial llegaría, y aunque no la vieran, podrían sentir lo mismo que él: que había un padre que sabía exactamente por lo que estaban pasando. Un padre amoroso, que sufre cuando nos ve sufrir, que llora cuando nos ve llorar, aunque a veces nos tenga que dejar solos para vivir ciertas experiencias, porque sabe que serán para nuestro progreso y beneficio. Pero que aún en esos momentos, nos mandará a un ángel para que sostenga nuestra mano y apoye nuestro hombro.
Después de haber sentido aquello, ese hombre se levantó dispuesto a cumplir su misión, y salió de aquel lugar, al que la gente conocía comúnmente como "el jardín de Getsemaní".
jesus_tarrega@yahoo.com.mx
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