¿Escultura o escultor?
Eres escultura cuando:
Eres un ser pasivo, y piensas que tu vida es el resultado de fuerzas externas que le han dado forma, sin que tú hayas tenido nada que ver.
Al notar que tu vida no se parece en nada a lo que tú habías soñado, te justificas diciendo cosas como: "Es que la mala suerte; es que la vida no es justa; es que unos nacen con estrella y otros nacemos estrellados; es que Dios la trae conmigo, la caigo gordo", etc.
Permites que tus estados de ánimo los determinen las circunstancias externas sin entender que es tuya la última de las libertades humanas: escoger tu actitud, decidir tu propio camino.
"Bailas al son que te tocan los demás", quienes, con una palabra o una acción te pueden manejar, poniéndote ya feliz, ya enojado, ya triste o ya de la manera en que ellos quieran, siendo tú su marioneta en una infeliz comparsa que a todos divierte, menos a ti.
Esperas que los astros se alineen, que tu horóscopo sea favorable o que se cumplan las profecías de Nostradamus para que tu vida empiece a cambiar.
Tus decisiones las determinan las opiniones de los demás o son el resultado de atender al tristemente célebre "qué dirán".
Permites que unos cuantos fracasos hagan trizas tu entusiasmo, olvidando la gran diferencia que hay entre ver el fracaso como un evento ("fracasé en esto" – pero puedo empezar de nuevo –) y verlo como una persona ("soy un fracasado" – nunca lo lograré –).
Por otro lado, eres escultor cuando:
Defines la persona que quieres llegar a ser y te lanzas a alcanzar esa imagen, disfrutando además en el proceso de llegar a esa meta.
Vences tus temores, entendiendo que el miedo empieza a morir el mismo día en que te pones en marcha para perseguir tus sueños.
Ante un fracaso, extraes de él lo más valioso, el aprendizaje que te dejó, y eres capaz de comenzar nuevamente, entendiendo que el fracaso no significa que nunca alcanzarás tus metas; significa que tardarás solo un poco más en alcanzarlas.
Entiendes que en la vida habrá muchas situaciones que no podrás controlar. Lo que sí podrás controlar es tu respuesta a esas situaciones, y al cambiar tu respuesta, cambiarás tu resultado.
Comprendes que lo importante no es qué tan grandes son tus sueños, sino cuánto estás dispuesto a trabajar para alcanzarlos.
Eres como el toro de lidia, que entre más lo castigan, embiste con mayor fuerza y coraje; cuando la vida te pone a prueba, lejos de sentarte a lloriquear y a lamerte tus heridas, te levantas y embistes a la vida y los problemas con mayor fuerza.
Dejas de esperar que alguien haga algo para que tú puedas recibir lo que crees merecer, entendiendo que en la vida solo mereces aquello que tú mismo provoques que te suceda.
Cuando eres escultor, la vida se convierte en un viaje apasionante y agradeces la oportunidad que se te dio de poder vivirla, pues estás impulsado por grandes sueños, nobles ideales, el anhelo de dejar una huella positiva de tu paso por este mundo y el saber que hay una gran diferencia entre ser una figura pasiva y ser una fuerza de la naturaleza, alguien que, unido al universo, tiene la capacidad de embellecerlo, por pequeña que pueda parecer su influencia. Alberto Cortés lo expresó bellamente en una de sus tradicionales canciones: "Qué suerte he tenido de nacer, para tener acceso a la fortuna de ser río en lugar de ser laguna, de ser lluvia en lugar de ver llover".
De todo corazón te invito a que, si tu espíritu está encerrado entre la pesada piedra que conforma la escultura, puedas hacer pedazos esa roca inerte, te decidas a tomar el cincel y el martillo y empieces hoy mismo a modelar la extraordinaria vida que fuiste llamado a vivir.
jesus_tarrega@yahoo.com.mx Facebook: El Mensaje en la Botella