El vestido de Alexandria
Ayer, durante la Gala del Met en el gran Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, la congresista del Partido Demócrata Alexandria Ocasio-Cortez lució un vestido en el que pedía cobrar más impuestos a la gente adinerada. Las fotos del evento muestran a la representante por NY de origen puertorriqueño de espaldas y sonriendo. Lleva un vestido blanco en el que se puede leer, en letras grandes y de color rojo, el siguiente mensaje: ´Tax the rich´ (impuestos para los ricos), idea que está cobrando gran fuerza.
En junio pasado, los ministros de Finanzas del grupo G7, reunidos en Londres, acordaron luchar contra la evasión fiscal a través de medidas para que las empresas paguen en los países donde hacen negocios.
También acordaron una tasa impositiva corporativa mínima global que será, en principio, del 15%. El acuerdo alcanzado por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá, Italia y Japón hará presión sobre otros países para que sigan su ejemplo, pues se requieren recursos para sortear las crisis.
Un mes después, un total de 130 países llegaron a un histórico acuerdo de reforma fiscal para las multinacionales que incluye un impuesto mínimo sobre los beneficios de al menos el 15%. Dijo Mathias Cormann, actual secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): "Tras años de trabajo y negociaciones intensas, este paquete de medidas históricas garantizará que las grandes corporaciones multinacionales paguen su parte justa de impuestos en todo el mundo".
Acuerdos estos que, con ser buenos, pudieron haber sido mejores. Existe un abismo profundo entre las necesidades actuales de recursos fiscales para que los Estados y los gobiernos puedan afrontar los harto perniciosos efectos derivados del estallido y fracaso del modelo neoliberal, las resistencias al cambio por parte de los sectores favorecidos por el mismo y los efectos de la pandemia agravados por el deterioro de los sistemas de salud de todo el orbe, como parte de la estrategia ultracapitalista.
El dinero se necesita ya; pero, los acuerdos han sido tan tímidos que entrarán en vigor hasta el año 2023, cuando posiblemente haya desaparecido una parte importante de la humanidad, precisamente la que puede beneficiarse con la aplicación oportuna y eficaz de esos recursos. Eso recuerda la canción que cantaba Lola Beltrán: ´Ya para qué´. El largo plazo puede no deberse necesariamente a mala fe por parte de los representantes de las potencias, sino de la fuerte resistencia del lado de muy poderosos intereses.
La aplicación del modelo neoliberal, en Estados Unidos por Ronald Reagan y en el Reino Unido por la primera ministra Margaret Tatcher, se inició precisamente con la reducción de impuestos a las grandes empresas y la exención a las colosales fortunas personales. Se dijo entonces que con los recursos que dejaban de pagar al fisco las empresas, podrían hacer nuevas inversiones estimulando la innovación en campos que permanecían inexplorados por falta de recursos. Esa sería la locomotora para una renovada prosperidad que habría de permear, por simple gravedad, a los bolsillos de aquellos menos favorecidos.
La realidad vino a resultar todo lo contrario, la reducción de impuestos a los ricos los hizo más ricos y en cambio afectó la economía de la clase trabajadora, que debió pagar más impuestos por servicios de mucho menor calidad, tanto en educación, como salud y bienestar en general. Todos los estudios que se han hecho apuntan hacia esa conclusión. La fórmula presentada como el ideal capitalista, fue ruinosa.
El Dr. Hope, miembro invitado del Instituto Internacional de Desigualdades de la London School of Economy y profesor de Economía Política en el King´s College, dijo: "Nuestra investigación muestra que el argumento económico para mantener bajos los impuestos a los ricos es débil. Los importantes recortes de impuestos para ricos desde la década de 1980 han aumentado la desigualdad de ingresos, con todos los problemas que conlleva, sin que compensen las ganancias del desempeño económico".
Quizá quien puede explicarlo mejor es Max Weber: el afán por las ganancias es simplemente una forma de pensar, una pauta cultural que surgió en una parte de Europa; la racionalidad económica, la búsqueda incesante de poder señalada también por Hobbes. En La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Weber concluye que el protestantismo calvinista cambió la percepción cristiana sobre la riqueza que de esta suerte pasó de ser vista como un pecado de codicia a una conducta no sólo adecuada sino deseable, quien no gana dinero desperdicia el talento que ha recibido como un don divino.
El complemento sería que parte del dinero ganado por el talento personal, se destine a mantener el marco económico, político y social que lo permite. Qué pague impuestos. ¡En los Estados Unidos, en 1963, el uno por ciento de los más ricos pagaba impuestos por el 91% de sus ingresos a partir de los 400 mil dólares!
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