Domingo Cultural

Paula Rego sigue siendo joven

Una exposición en Lisboa rescata a la gran pintora portuguesa de la fosilización institucional haciendo dialogar su obra, siempre viva y perturbadora, con la de la artista brasileña Adriana Varejão
  • Por: Javier Montes
  • 22 / Junio / 2025 -
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Paula Rego sigue siendo joven

La primera misa en Brasil (1993), de Paula Rego.

A estas alturas es difícil decir nada que no sepamos sobre Paula Rego, una de las artistas más reconocidas y más reconocibles de este primer cuarto de siglo. Con la clásica anglofilia de la burguesía portuguesa, su padre la mandó a estudiar pintura en la Slade School de Londres en los cincuenta: una academia mítica por flemática y figurativa y por escéptica ante los aspavientos de las vanguardias continentales.

Con profesores como Gombrich o Wittkower, muy a la inglesa, la Slade funcionaba sobre todo para pintores fieramente individualistas, visionarios incluso, con historias muy personales por contar, más interesados en encontrar formas nuevas de expresarse apoyándose en la tradición que en encarnar o defender programas de grupo o manifiestos políticos. Por allí pasaron los pintores de Bloomsbury y grandes "raros" como Stanley Spencer o Paul Nash. Esa posición excéntrica, intensa, refinada y a ratos casi perversa le iba muy bien al temperamento insondable y sibilino de Rego: ganó el primer año el prestigioso Summer Prize y fue a partir de la Slade y en Inglaterra donde construyó su fama mundial.

Allí pintó desde luego sus mejores obras, en los ochenta: interiores y escenas de familia entre la alucinación sebastianista y la pesadilla freudiana, de una potencia visual y narrativa inolvidable, perturbadoras, como esa La hija del policía que introduce su brazo en la bota de cuero del padre ausente para pulirla con mimo. Y allí lanzaron su carrera dos galerías, Saatchi y Victoria Miro, con subastas millonarias, con el cargo de artista asociada de la National Gallery en 1990 (el primero en la historia).

El éxito, como a Louise Bourgeois, Carol Rama o Etel Adnan, le llegó relativamente tarde, cumplidos los sesenta. No dejó de producir hasta su muerte en 2022, y por el camino su pintura perdió un poco de la finura y el misterio de su mejor década mientras se volvía ubicua y algo demasiado "oficial": sin ir más lejos, este mismo año hemos podido ver sus cuadros al fondo de la sala de Downing Street donde Starmer recibe a Zelenski o Macron y en una más de sus enésimas retrospectivas, en el Kunstmuseum de Basilea: resultan algo clónicas, pero es que la obra de Rego a estas alturas es garantía de taquillazo y éxito de público allá donde se presenta.

Por suerte, en la Gulbenkian y en Portugal, donde conocen muy bien su trabajo y tienen en Cascais un museo entero para ella firmado por el gran Souto de Moura, han encontrado una forma muy interesante de darle un twist a su trabajo evitando caer en el repaso rutinario y archisabido al estilo suizo. Más allá del simple blockbuster, exploran enfoques nuevos para su trabajo en diálogo con una artista treinta años más joven, la brasileña Adriana Varejão. Y eso también ayuda a conocer mejor la obra de Varejão, una artista muy estimable que se hizo conocidísima en todo el mundo en los dosmiles por las series de obras que mezclaban azulejería portuguesa y vísceras sanguinolentas, pero que aparte de haber cantado aquel bingo formal tiene toda una trayectoria coherente que merece la pena revisitar.

La idea de ese diálogo había sido explorada previamente por la Galería Fortes D´Aloia y Gabriel en 2017 en la Carpintaria, su estupendo espacio cerca de la Lagoa de Rodrigo Freitas en Río. Para prepararla, Varejão viajó a Londres a conocer a Rego: claramente hubo química, y el equipo de comisarios de esta exposición, que ya trabajó en parte en la anterior, desarrolla aquí con más profundidad sus conexiones. Lo hacen proponiendo un montaje arquitectónico logrado, que arma cubículos estancos bajo la gran nave acristalada de la ampliación reciente de la Gulbenkian. Se abre a uno de los jardines modernos más hermosos de Europa y no envidia nada al telón tropical carioca.

Dentro de cada pabellón se proponen temas similares y puntos de encuentro, con obras de envergadura de la trayectoria de ambas. Varejão y Rego tienen en común la lusofonía y el pasado histórico y colonial, y la exposición subraya precisamente ese interés por la raíz cultural compartida. Lo hace ya desde el título, prestado por los versos de la inmensa escritora brasileña Hilda Hilst (menos conocida en castellano de lo que deberíamos, con esa especie de ceguera selectiva para la literatura en portugués que tantas cosas nos hace perdernos): "Reyes, ministros, y vosotros, políticos todos (...) Oro, conquista, lucro, logro/y la sangre de las gentes/y la vida de los hombres/entre vuestros dientes".

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